Curtido en las pasarelas y las campañas publicitarias, Jon Kortajarena demuestra ahora que se ha convertido en un actor prometedor en la nueva apuesta de la plataforma Netflix, Alta mar, en la que interpreta al oficial de un barco en el que se suceden las intrigas y los misterios al más puro estilo Agatha Christie.

-¿Qué le supone este proyecto?

-Un gran paso adelante como actor. Me siento muy agradecido por la oportunidad de participar en un proyecto de estas dimensiones, con ese carácter internacional que tienen todos los productos de Netflix que pueden verse al mismo tiempo en más de 190 países y que te abre a nuevos mercados y oportunidades. Además trabajo junto a un maravilloso elenco del que he aprendido tantas cosas, en especial de actores como Eduardo Blanco y José Sacristán, que son para mí dos figuras míticas a las que respeto mucho.

-¿Cómo ha ido enfocando su carrera en el terreno audiovisual?

-Muy poco a poco, con mucha prudencia, con pasitos muy pequeños que me han llevado de una cosa a otra. Sin prisa, pero sin pausa, aprovechando cada experiencia para seguir aprendiendo y nutriéndome.

-¿Siempre quiso ser actor?

-Sí, era el sueño de mi vida, pero a veces tienes que dar algunos rodeos para encontrar tu lugar. Comencé en el mundo de la moda y ha sido una etapa también apasionante de la que no reniego en absoluto porque la he disfrutado mucho. Pero dentro de mí sentía que en algún momento tenía que tirarme a la piscina porque era una asignatura pendiente que necesitaba sacarme ya. Así que estoy haciendo realidad los sueños de cuando era niño y eso me llena y me emociona mucho.

-¿Cómo definiría a su personaje, Nicolás Vázquez, en ‘Alta mar’?

-Viene de una familia muy humilde, tenía seis hermanos y ha pasado por toda serie de penurias después de la segunda guerra mundial. Para ayudar a su familia comienza a dedicarse al pillaje, a robar en las calles para poder sobrevivir, y en uno de sus escarceos por el puerto le roba el reloj al capitán de un barco (personaje que interpreta Eduardo Blanco, Santiago Aguirre), y este hombre le da dos opciones: o ir a la cárcel o ingresar en la escuela naval para que se forme, sea su protegido y le pueda acompañar en sus viajes. Entonces ese niño que no tiene nada verá una oportunidad de salir del fango y no lo dudará. Comenzará así una relación paterno filial entre ellos, de mucha confianza y amor.

-Es una serie que habla de segundas oportunidades, de clases sociales y una vida mejor.

-Es algo que ha pasado siempre y sin duda creo que todo el mundo debería tener la oportunidad de empezar una nueva vida ya venga de un lugar o de otro. Aunque dada la distribución de la riqueza que tenemos cada vez más estrecha en el mundo, para la gente que nace en lugares más complicados, lamentablemente resulta más difícil que puedan acceder a determinados privilegios.

-¿Cómo definiría la serie?

-Principalmente es una serie de aventuras. Arranca con un misterio: una mujer de la que no se conoce su identidad, cae al agua. Y a partir de ahí surgen diferentes tramas, amorosas, de intriga y misterio… Pero no creo que haya un solo hilo conductor. Al fin y al cabo, se trata de un barco que, aunque parezca muy grande, es un espacio cerrado del que no puedes salir. Es como si trasladaras un pueblo entero por el mar durante 20 días con todas las diferencias culturales y económicas que uno pueda imaginar. Y todos ellos tienen que convivir ahí, por lo tanto, se genera una olla a presión de emociones humanas.

-Su personaje, junto al de Ivana Baquero, se convierte en una especie de detective improvisado.

-Sí. Juntos intentan descifrar los secretos que hay en este barco. Somos un poco los que llevan la línea de investigación, pero siempre teniendo en cuenta al capitán, los intereses del pasaje, del armador… Es un juego en el que interfiere mucha gente y cada uno de ellos tiene su propia trama y sus propios intereses. Como si fuera una sociedad en miniatura.

-El vestuario es muy cuidado, siempre va con el uniforme.

-(Risas) Al principio, cuando te lo pones, te ayuda mucho a meterte en el personaje. Pero después de diez meses rodando piensas: ¿alguien me puede cambiar de ropa, por favor? La única ventaja de tener un único look es que no tienes que darle muchas vueltas a tu aspecto. Pero es posible que en mi carrera sea la primera vez que me haya cambiado tan poco de ropa (más risas). He pasado de ponerme algo distinto cada cinco minutos a estar diez meses poniéndome lo mismo. Mi vida siempre va de un extremo a otro.

-¿Se ha sentido alguna vez juzgado o menospreciado por proceder del mundo de la moda?

-Es verdad que algunas personas tienen muchos prejuicios y que nos observan con una lupa. Pero quiero pensar que me miran como a un actor más. He pasado por un largo proceso de formación, no es algo que me haya sacado de la manga un día porque me apetecía. Ahora me empiezo a sentir más seguro porque tengo un bagaje a mis espaldas. Cuando hice mi primera película, Un hombre soltero (2009), con Tom Ford, comenzaron a llegarme muchas oportunidades y en ese momento no me sentía preparado para afrontarlas. Fui lo suficientemente honesto como para rechazar otros proyectos.