Montse Pla, la actriz que encarna a la caprichosa abogada estadounidense Madison en la serie de TVE-1 Derecho a soñar, nació Madrid en 1979. La intérprete de orígenes guineanos es una de las dos hijas adoptadas por la actriz Beatriz Carvajal, aunque prefirió usar el apellido original de la familia para que nadie pudiera pensar que se estaba labrando su carrera por ser hija de, una estrategia que, curiosamente, también había seguido anteriormente su madre.

«Mi abuelo era abogado del consorcio de artistas y, cuando mi madre empezó a trabajar, era muy conocido en el mundillo, así que pensó que si se dejaba el apellido Pla iban a decir que estaba trabajando como actriz por ser su hija. Yo hice lo mismo, pero recuperando el Pla y dejando el Carvajal», resume la intérprete, que ha participado en series tan populares como Compañeros, Hospital Central, Amar es para siempre y Seis hermanas y que, en julio, estrena película, Lo nunca visto, donde comparte cartel con Carmen Machi, Jon Kortajarena y Pepón Nieto.

«Es una comedia que habla del racismo y del miedo a lo desconocido», explica sobre el filme, centrado en cuatro africanos que llegan a España en busca de una vida mejor pero que recalan en un recóndido pueblo donde proliferarán los prejuicios, tanto por parte de los vecinos como de los recién llegados. Una historia sobre la integración que no le resulta del todo ajena a Pla, que incide en la barrera racial que todavía existe en España para los actores negros.

VISIBILIDAD

«Ahora parece que está de moda lo negro pero, hasta aquí, ¿cuántos negros has visto en las series españolas o en el cine?», pregunta. «¿O cuánto gitanos, árabes, sudamericanos o chinos? Te vas a Lavapiés y ves dos blancos, pero en la tele no pasa eso», denuncia. Por eso, desde hace tres años, la actriz forma parte de The Black View, una asociación que trata de dar visibilidad a los artistas negros.

«Nos dedicamos a decir que estamos aquí, que somos buenos artistas, para que luego no digan que buscan actores negros y que en España no hay. Sí que hay, pero nunca se nos había tenido en cuenta», recalca, resaltando un problema de una profesión, la de actor, de la que ella se enamoró siendo una niña. Su flechazo por la interpretación se lo debe, cómo no, a su madre, a quien acompañaba desde que la adoptó, con 9 años, en algunas de sus giras.

«Yo entonces no era muy consciente de lo que ella hacía, pero me gustaba las sensaciones que provocaba su trabajo en la gente», rememora. Pero antes de conseguir dedicarse a la actuación, se dedicó a estudiar. «Hice imagen y sonido. Era la única chica de clase y los chicos siempre preferían estar detrás de la cámara, así que me tocaba salir en los videoclips, los anuncios y los cortos que rodábamos. Cuando acabé de estudiar, tenía todo un videobook», comenta entre risas. Con él bajo el brazo, se presentó al cásting de Compañeros, sin decir que era hija de una de las protagonistas: «Quería ganármelo por mí misma», asegura la actriz con orgullo.