Cecilia Freire ya tenía una gran trayectoria como intérprete de teatro cuando la descubrimos en Física o Química. Más tarde volvería a conseguir el foco mediático gracias a Velvet y su personaje de Rita Montesinos, por el que fue galardonada con un Premio Ondas. Ahora demuestra que la comedia con muchas dosis de sarcasmo es una de sus especialidades gracias a Justo antes de Cristo.

-Tras ver la serie, no cabe la menor duda de que son las mujeres las que llevan los pantalones.

-En esta serie y en el mundo, lo que pasa es que nos tienen que dejar espacio, y no quieren porque nos tienen miedo.

-Hay pocos personajes femeninos, pero los que hay, son de armas tomar.

-Cortamos el bacalao. Sí, porque los hombres están ahí, perdiendo el tiempo, divagando, confundiéndose con la testosterona, y nosotras estamos haciendo de verdad la estrategia de la guerra. Yo siempre lo he dicho: coge a un ama de casa y ponla de ministra de Economía, porque es la que mejor sabe llevar las cuentas y la logística. Ahorramos por aquí, organizamos por allá. Eso que dicen de la carga mental de llevar tantas tareas en la cabeza, pues eso lo hacemos casi sin pensarlo las mujeres. Tenemos una capacidad inaudita para organizar y sacarle el mayor partido a todo lo que hacemos. Yo creo que ha habido un momento de reflexión sobre el poder que entrañamos y espero que poco a poco las cosas cambien y podamos tomarlo.

-En la serie las mujeres mueven los hilos, pero al mando tiene que estar un hombre.

-Exactamente. Ha pasado con muchas pintoras o escritoras, que tenían que usar seudónimos para que se les publicara, como reflejó Tim Burton en Big eyes, sobre la pintora Margaret Keane, que dejó que su marido firmara sus cuadros porque a ella no se los compraban. Eso de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, debería invertirse. De eso nada, la mujer está delante.

-Usted interpreta a Valeria, hija del general Cneo Valerio. ¿Qué tiene de particular?

-Mi personaje da a los demás un poco de cordura, toma las riendas y hace lo que tiene que hacer. No creo que sea la hija del general. El general está donde está gracias a la mente estratégica de Valeria, es la matriarca del clan. Es una mujer con las cosas muy claras. Si hubiera nacido hombre, saldría en los libros de historia. Como mujer de su época, ha de casarse, pero ya va por el séptimo marido. En realidad, los utiliza para sus propósitos. Quiere que su hija, Ática (Priscilla Delgado), siga su camino, pero ella no quiere doblegarse a los estereotipos que le imponen. No quiere casarse, quiere ser una mujer empoderada. Y ella, en el fondo, la admira, por su valentía, su independencia… Pero es controladora. Yo creo que su mayor fantasía sería ponerse la armadura y salir a luchar.

-¿Cree que en los últimos tiempos los creadores de ficción han hecho un esfuerzo a la hora de presentar personajes femeninos poderosos?

-Yo creo que hay una mayor conciencia, sí. No sé si por el feminismo, porque mujeres luchadoras siempre ha habido. Desde que la primera mujer afroamericana dijo que no se sentaba en la parte de atrás de un autobús, a las sufragistas… Sí, ahora se da más espacio, es una responsabilidad que han de asumir los guionistas, los directores, los directivos de las cadenas. Y se necesita más presencia femenina no solo en la ficción, sino también en la realidad, en el equipo técnico, en los altos cargos. Pero sí, desde luego, hay un movimiento imparable.

-¿Tuvo algún referente a la hora de interpretar a Valeria?

-Me fijé en Livia, de Yo, Claudio, por su capacidad para la estrategia y el cálculo.

-¿Cree que el ‘poshumor’ se ha vuelto ‘mainstream’?

-A veces pasa que entra una nueva ola minoritaria y con el boca a boca o con las plataformas digitales, de repente se vuelve común. Desde luego es un universo muy particular el que habita esta serie, tiene una forma muy característica de generar comedia, los personajes hablan con una retórica muy definida. A la gente le va a encantar porque es como adentrarse en una familia nueva. Una familia muy disfuncional, como todas las familias, pero muy divertida.