Belén Cuesta interpreta en Paquita Salas a Magüi Moreno, la asistente que siempre tiene una solución cuando todo se hunde. La encarna Belén Cuesta (Sevilla, 1984), actriz que se resiste a perder la cabeza porque ahora le sonría el destino.

-¿Con qué ánimo regresó a esta serie?

-Confieso que llegué al set de rodaje asustada. Habían pasado dos años desde que hicimos la primera parte y afrontábamos cambios importantes; no tanto en la serie, que seguía con el mismo tono y el mismo equipo, como en los alrededores. Iba pensando: ‘verás, ahora hay unos señores nuevos mandando y no va a ser como antes, no nos van a dejar decir ni hacer lo que queremos, nos van a quitar el gamberrismo que teníamos en la primera temporada’.

-¿Se confirmaron sus temores?

-Al contrario. Nos tranquilizaron los Javis, que rápidamente nos dijeron que Netflix, precisamente, lo que quería era nuestra naturalidad. Si les había gustado la primera parte, no había que cambiar nada en la segunda. Y la verdad es que ha sido así, en Netflix nos han dado total libertad para hacer lo que quisiéramos, no se han metido en nada en ningún momento.

-Salvado ese susto, ¿cómo se ha sentido mirando de nuevo a la cara a Paquita Salas?

-Como si siguiéramos donde lo habíamos dejado. La sensación fue la de volver al mismo lugar y con la misma actitud. Fue ver a Brays aparecer por el set de rodaje vestido de Paquita Salas y en seguida estábamos igual, riéndonos de lo mismo y reaccionando del mismo modo antes todas las desgracias que le pasan.

-A cuento de lo que le pasa, ¿qué cambios puede adelantar de la segunda temporada?

-No haré spoiler, solo diré que los nuevos guiones son más maduros y tienen un punto más serio a la hora de tratar los momentos bajos por los que pasamos, tanto Paquita como todos los que estamos a su alrededor, aunque el tono sigue siendo tan de comedia como antes. Sí, es comedia, pero las desgracias se muestran con una crudeza que antes no veíamos.

-¿Y ante ese panorama, cómo reacciona Magüi, su personaje?

-Sigue intentando sacar adelante la oficina y cuidando a Paquita, porque la pobre no está bien. Al final, Magüi deja a un lado la cuestión laboral y saca su perfil más humano y protector. Y si tiene que trabajar sin cobrar porque no hay dinero, trabaja sin cobrar. En esta temporada veremos a la Magüi más leal y cercana a Paquita.

-¿Qué tiene Paquita Salas para quererla a pesar de ser tan desastre?

-Es entrañable y sabe hacerse querer. Todos tenemos una Paquita Salas en nuestras vidas. Esa tía que queremos pero que es difícil, esa prima adorable que nos complica la vida… A mí me recuerda a mucha gente que me he ido cruzando. Los Javis y Brays son muy vivos y saben captar muy bien el alma de los personajes, las sutilezas, los detalles menores. Y en esta serie lo demuestran. Por eso, en cuanto ves a Paquita te acuerdas de alguien que conoces, aunque un personaje tan particular como este no se parezca a nadie.

-Su relación con Javier Calvo, Javier Ambrossi y Brays Efe viene de lejos.

-Lo primero que hicimos juntos fue una función de microteatro. Duraba 10 minutos y los tres ejercían de directores. Me lo pasé tan bien con ellos que en seguida conectamos y me dije: «yo con estos voy donde me digan».

-¿Qué le atrajo de ellos?

-Conocía a Javi Calvo de una función de teatro en la que trabajaba y donde vino un día de invitado. Fue ponernos a hablar y empezar a reírnos sin parar. Desde entonces somos colegas. Poco después me llamaron para la obra de microteatro. Por entonces estaba estudiando en Nueva York. La obra se llamaba Miss fogones universal y transcurría en la final de un concurso de cocina en Acapulco en 1993. Incluso convencieron a Boris Izaguirre para que hiciera la voz del narrador. Ahí me di cuenta de que los tres consiguen todo lo que se propongan. Luego vino la función de La llamada para el teatro. Me propusieron el papel antes de escribirlo.