Curtido en esa escuela que es La Cubana, José Corbacho (Hospitalet, 1965) ha ido encadenando trabajos como actor, director (suyas son las películas Tapas, Cobardes e Incidencias y la serie Pelotas), guionista y humorista. Y es que es un artista todoterreno que se atreve con todo: igual te hace una esferificación en Masterchef celebrity que canta (con un resultado hilarante) en Tu cara me suena o se tira a la piscina (literal) en Mira quién salta. El caso es jugar. Ahora lo hace en Juego de niños.

-Cuando se estrenó el programa, en 1988, usted comenzaba otra aventura: La Cubana.

-Sí, de hecho yo fui al Juego de niños original con La Cubana. Fuimos invitados porque estrenamos un espectáculo maravilloso, Cómeme el coco negro. Y cuando me dijeron que el espacio volvía a TVE, primero me pareció maravilloso, porque es un formato muy bonito para recuperar, y después, cuando supe que, además, lo presentaba Sardà, con quien curiosamente hemos coincidido en la vida, pero no trabajado nunca juntos... Para mí era un sueño de niño grande. Una oferta irrechazable.

- Entiendo pues que dijo enseguida que sí.

-¡Hombre, con los ojos cerrados! Como, además de esas definiciones locas con un humor surrealista propio de los niños que deben adivinar dos famosos, sacadas del programa original, ahora hay más secciones, colaboro en tres. Además, hago algo que me gusta mucho hacer en televisión, que es ir un poco a la contra del presentador. De Sardà, que es un señor hecho y derecho, un señor mayor que intenta controlar este patio de cole. Pero a mí me deja salir un poco a alborotar el gallinero. Con lo que lo que hago básicamente es jugar.

-¿Su primer programa con niños?

-Pues sí. Casi siempre había jugado como un niño en los programas, tanto en Tu cara me suena, como en Masterchef celebrity o con Buenafuente. Pero en este programa todo lo bueno, la frescura, la origininalidad, el humor, lo aportan los niños. Sin los adultos se podría hacer, pero sin los niños sería imposible.

-¿Los críos han cambiando?

-Han cambiado los niños, ha cambiado la tele, han cambiado los niños en la tele... Pero estos tienen una edad que yo creo que aún mantiene esa inocencia. Hay niños de 3 y 4 años y luego de 8 a 10. Porque hay programas en los que hay niños que a los 8 o a los 9 años ya saben hacer de todo: cocinar, coser… Son niños mayores. Pero aquí se mantiene esa cosa. Y, sobre todo, a la hora de hacer definiciones te das cuenta de la facilidad que tienen para explicar cosas que para nosotros son complicadas, como el miedo, un terremoto, el rey Felipe o el Papa.

-Sin filtros, además.

-Sí, sin ese filtro de la infancia que luego nos hace que lo tengamos que arreglar en el programa. Pero es muy bonito, porque ves a niños que son niños. Y eso está muy bien.

-¿Usted tampoco tiene filtros?

-No, lo que pasa es que es un programa muy familiar. Es para adultos, obviamente, pero muy blanco. Y hay mucho humor, porque los niños te dan un montón. Además, cuando tienes sentados en ese sofá a gente como Boris Izaguirre, El Sevilla, Carlos Latre, Alaska y Mario, Berto Romero, La Terremoto…. ese humor se acaba multiplicando. Nos acabamos convirtiendo en muy niños. Pero jugamos de una manera muy blanca, porque el programa lo pide.

-Cómo disfrutan los invitados...

-Sí. Dicen que se lo pasan muy bien y, además, juegan por un dinero que va destinado a una oenegé y eso les motiva. Y se ríen mogollón, porque los niños no dejan de sorprenderte.

-¿Defraudará al nostálgico?

-Lo bueno del equipazo es que han querido ser muy respetuosos. La primera parte, la de las definiciones, es muy fidedigna. El primer interesado en respetar la esencia y el ADN del programa ha sido Sardà.

-¿Es cierto que le falta la asignatura de Televisión para licenciarse de Periodismo? Lleva años haciendo prácticas...

-¡Llevo 35 años! Un día estuve tentado de ir a la universidad y decirles: «Oye, ¿me la convalidáis?». Pero no quiero tratos de favor (ríe).