La concejala de Caspe Prado Murillo asegura que los fines de semana se reúnen en el embalse de Mequinenza entre 1.500 y 2.000 pescadores "incontrolados, que acampan y navegan por donde quieren", ya que éste es uno de los pocos sitios no acotados para la pesca. Como solución, explica, "el ayuntamiento lleva ya tiempo reivindicando al Gobierno aragonés un plan de desarrollo integral de la zona del pantano que ordene y proteja el lugar".

Los grandes intereses económicos que se mueven en torno a la pesca han traído, al mismo tiempo, consecuencias negativas tanto para la economía --sumergida en el sector turístico de la hostelería y la organización de actividades relacionadas con la pesca--, como para el medio ambiente.

La introducción, hace años, de especies foráneas ha afectado a la biodiversidad. "Aquí venían los alemanes con sus arcones frigoríficos y los llenaban de lucio-perca ya envasados al vacío para venderlo en su país", aseguran los lugareños. Ahora se ha reducido la pesca a un máximo de diez piezas por día.

Las medidas disuasorias impuestas por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) se han dirigido a subir los precios por navegabilidad y a calificar el pantano de Mequinenza como de categoría 1, es decir, "con limitaciones para la navegación que desaconseja la práctica deportiva", debido fundamentalmente a la oscilación de la lámina de agua que depende de las necesidades de la presa. Si a esto se suma la publicidad negativa que está aportando el mejillón cebra, el resultado ha sido que el turismo nacional haya caído este año entre un 25 y 30%, según representantes del sector.

En la actualidad, una barca media (de 70 caballos) paga por navegar en Mequinenza 123 euros; otros 123 si quiere hacerlo en Ribarroja y otros 123 si lo hace en el resto de cuenca. Es decir, una pareja que venga de Madrid a navegar por la zona durante una semana tiene que desembolsar 369 euros. Y si además cumple con el requisito de limpiar la barca cuando sale o entra del embalse, paga tres euros cada vez que lo realiza.