Quince días es tiempo insuficiente para hacer entender el porqué de los cambios en la Ordenanza de Peatones y Ciclistas de Zaragoza pero más que de sobra para poner el foco del problema en aspectos paralelos que influyen pero no determinan el desconcierto de los usuarios. Ellos pagan el peaje con unas multas que, por cierto, se han encarecido este año con la nueva Ley de Tráfico hasta los 200 euros. Y en algunos casos se llega a criticar al juez por el simple hecho de haber recordado a la ciudad que hay que cumplir un Reglamento de Circulación de 1997 que, aunque esté desfasado, sigue vigente.

A Zaragoza se le ha caído su castillo de naipes montado sobre una anomalía como es adelantarse al futuro reglamento. Permitir la entrada de las bicis, un vehículo igual que un coche para la norma estatal, en un espacio destinado al peatón. Los hábitos han cambiado, sí. Pero la ley no.

Se le cayó porque un particular decidió llevar al juzgado esa anomalía. Pero habiendo pasado por el Supremo sienta una jurisprudencia y podría tumbar cualquier ordenanza similar en otra ciudad. Así que decir que otros también lo hacen no sirve.

Y se culpa a una ley que ya existía cuando se diseñó una red ciclable apoyada en las zonas peatonales --porque se podía ir por plazas y aceras anchas-- o se pusieron estaciones Bizi en bulevares y plazas donde ahora no se puede ir. Lo que antes valía, ahora no, pero puede que pronto sí, si se aprueba el nuevo reglamento. Y se pinta un carril bici en Independencia y se realza con una pintura que ahora cuesta horrores borrar, y que quizá haya que rescatar antes de que desaparezca. ¿Quien es culpable? La Policía Local en huelga, o eso parece.