En los últimos años, estas mismas páginas han tenido una sola palabra como protagonista: la crisis. Un término que apelaba a una pésima situación económica que condicionaba sin paliativos la actualidad política. Ahora que la economía inicia una tímida recuperación, invisible todavía para una gran mayoría social, es otra crisis, la política, la que se ha instalado con toda crudeza, y sus consecuencias marcarán los próximos meses del calendario. Aragón empieza a andar el 2017 sin presupuestos que permitan avanzar, y se confirman los presagios que auguraban, tras las elecciones del 2015, lo complejo que iba a ser para un Gobierno en franca minoría necesitar a un socio como Podemos, pisándole los talones electoralmente y ejerciendo una oposición dura que ejerce como filtro prácticamente de cualquier iniciativa política que adopte el Ejecutivo PSOE-CHA.

Tan complejo ha sido el camino, que se inicia el curso del ecuador de la legislatura sin presupuestos. Prorrogados los del 2016, sin visos de que esta prórroga sea corta, el panorama político es oscuro y las consecuencias que pueda haber, imprevisibles. De hecho, peligran una buena parte de los logros políticos alcanzados estos primeros 18 meses de legislatura, en el que el Ejecutivo ha recuperado gran parte del Estado social perdido y han salido adelante leyes de calado que, paradójicamente, sí han contado con el protagonismo muy activo de Podemos. Leyes, que, como la de la pobreza energética, peligran en su ejecución sin unas cuentas vigentes. Empieza el año con un PSOE forzado a convencer a su aliado más hostil, Podemos, de la necesidad de que le apoye las cuentas como ya hizo el año pasado. Pero la posición de Podemos es rotunda y su negativa debilita la acción de un Gobierno que ya ha reiterado que no buscará aliados incómodos, como el PP. Precisamente Podemos responsabiliza a Lambán de ser un agente activo en la abstención del PSOE en el Congreso para favorecer un Gobierno del PP, y esa circunstancia, condiciona para mal el apoyo de una formación que, como Podemos, ha dado la sensación de tener poca intención de negociar y ceder en sus líneas rojas.

Ante esta situación, y con un PP como grupo mayoritario pero con una oposición demasiado cómoda para el Gobiern autonómico, el resultado del 2017 dependerá del tiempo que se prolongue esta situación de bloqueo.

Todas las fuerzas mirarán de soslayo a la vida política nacional, donde distintos protagonistas viven idéntico relato al aragonés. El papel crucial de Podemos en Aragón lo juega ahí el PSOE con una alianza antinatura que tiene influencia en la vida política aragonesa porque precisamente a medida que el bipartidismo está condenado a entenderse, se endurece el papel opositor de Podemos. Una paradoja que demuestra que los nuevos tiempos en política no han traído, precisamente, aires de pacto y diplomacia.

Asismismo, la mayoría de los partidos vivirán procesos congresuales que también marcarán la vida política de los próximos meses. La primavera será el momento de renovar --aunque tímidamente-- el PP con la marcha de Rudi y la más que previsible llegada de Beamonte. También Ciudadanos, Podemos e IU renuevan puestos y discursos. Especialmente decisiva será en esta última formación, clave en la política aragonesa de los últimos años pero desdibujada en el último año tras concurrir electoralmente al Congreso con Podemos. Mientras, el PSOE vive convulsionado a la espera de que la gestora dicte los pasos a seguir para la elección de nuevos líderes y abrir los congresos regionales y provinciales que, posiblemente a final de año, determinen el futuro del partido en Aragón.

Mientras, el Ejecutivo tratará de seguir tendiendo puentes de diálogo y presionar en Madrid para que la bilateralidad y el acento aragonés tengan más de fuerza en un año en el que la financiación autonómica protagonizará agrias polémicas y donde, por fin, el Canfranc empiece a dejar de ser una quimera para converirse en un proyecto vivo.