Una vecina senegalesa de Monzón, de 42 años, murió ayer acuchillada por su expareja, de 48, en presencia de sus dos hijos menores, de 8 y 4 años, en un nuevo caso de agresión machista que coincidió con las movilizaciones del 25-N en contra de la violencia que sufren las mujeres.

Los hechos se produjeron sobre las 14.00 horas en la tercera planta del número 21 de la calle Juan de Lanuza. El presunto autor del hecho, que reside desde hace poco tiempo en Binéfar, se presentó en el piso de la víctima y le propinó varias cuchilladas por la espalda.

La niña de 8 años salió al rellano y fue en busca de unos vecinos, también senegaleses, a los que les dijo: «Mi padre ha matado a mi madre». Al parecer, en un momento dado, la víctima, sintiéndose en peligro, llamó a su hermano, pero este se hallaba lejos, en Torrefarrera, un población de la provincia de Lérida.

Los residentes en el inmueble, situado a unos 300 metros del Ayuntamiento de Monzón, llamaron a la Policía Local, que enseguida envió efectivos al lugar del hecho. La Guardia Civil, igualmente, se personó en la casa poco después de ocurrir el suceso.

La subdelegada del Gobierno en Huesca, Isabel Blasco, explicó que existía «una circunstancia» del exmarido, en relación con la violencia doméstica, que se remontaba al año 2013. Asimismo, indicó que el hombre, Mamadou N., tuvo una orden judicial de alejamiento respecto a su expareja entre los meses de marzo y mayo de ese año. El supuesto agresor llevaba varios años viviendo en España y trabaja en una fábrica en el término de Castejón del Puente, entre Monzón y Barbastro.

BRIGADA FORESTAL / La víctima, Rokhaya D., formaba parte desde hace poco tiempo de una brigada forestal del consistorio, según informó Álvaro Burrell, alcalde de Monzón, que señaló que la mujer había estado en el paro y tenía las lógicas necesidades económicas de una madre con dos hijos, problemas con su pareja y, en determinadas épocas, en situación de desempleo.

Burrell indicó asimismo que la corporación ha decretado tres días de luto por el grave suceso, que se produjo en un día en que la localidad había vivido distintas actividades en contra de la violencia machista y que, a las siete de la tarde, se volvió a concentrar en la plaza del Ayuntamiento para mostrar su repulsa por el crimen, una protesta silenciosa que reunió a varios centenares de personas. Además, las banderas se colocaron a media asta.

La violenta muerte de Rokhaya causó una honda conmoción entre la comunidad senegalesa, y africana en general, de Monzón y localidades vecinas. De hecho, amigos, parientes y conocidos de la víctima y de su expareja se agolparon enfrente del edificio donde había ocurrido el crimen y no se marcharon hasta que, sobre las 18.15 horas, se procedió al traslado del cadáver.

«¡No puede ser!», exclamó un joven africano cuando el cadáver fue introducido, tapado y sobre una camilla, en la furgoneta de una funeraria. Y varias personas, abrazadas como para sobrellevar el duro momento, prorrumpieron en sollozos. «Yo he visto cómo la Guardia Civil se llevaba esposado al hombre y parecía que estaba tranquilo», relató Gregorio, un vecino de Monzón. «Al principio, como hemos visto varios coches de la Policía Local y de la Guardia Civil, hemos pensado que se trataba de una redada contra el tráfico de drogas», añadió.

«Empezaron a llevarse mal hace un año, más o menos», afirmó un amigo de la familia. «Discutían, eso sí, pero él nunca le había pegado antes, que yo sepa», agregó.

De momento, los hijos de la pareja han sido entregados a sus familiares para que se hagan cargo de ellos. No obstante, Menores de la DGA valora la situación en busca de la mejor solución para los pequeños.