El miserable Real Zaragoza construido por Agapito no pudo ganar en La Romareda. Su afición derrotó por goleada, dentro y fuera del estadio, al enemigo más odiado de su historia. La gente, pese a que algunos aún no distingan, tiene claro dónde está la miseria, cuál es el peligro, cuándo lanzar el mensaje, cómo apoyar. No quedan dudas tras lo que sucedió ayer antes del comienzo del partido, cuando alrededor de quince mil personas se agruparon en torno a la puerta cero del coliseo zaragocista para gritar con una sola voz lo que reclaman todos los días de manera individual. El zaragocismo quiere salvar a su equipo, al club de su vida. Sabe que solo lo logrará empujando con fuerza para que el presidente se vuelva a su casa.

Agapito escoria, vete para Soria, decía una de las decenas de pancartas que la gente construyó con el calor de su zaragocismo. Otra manera de enseñarle el camino de salida. En papeles, cartulinas, sabanas, a viva voz. Se lo gritaron de todas maneras durante casi una hora antes de que comenzara el encuentro. La concentración organizada por la plataforma 'Salvemos el Real Zaragoza' estaba prevista para las 17.30, media hora antes del pitido inicial. El jaleo empezó mucho antes. Desde las cuatro de la tarde ya había movimiento en los aledaños del estadio, donde se vio a Xavi Aguado, abrumado de cariño, y a César Láinez, el único de los históricos que se situó tras la pancarta, de los pocos que pudo atravesar la muchedumbre.

Una hora después el levantamiento zaragocista comenzaba a agruparse cerca de la zona de acceso al palco. A las 17.15 la rebelión ganaba volumen y decibelios. El mensaje más repetido fue el archiconocido Zaragoza sí, Agapito no. El soriano ya sabe que la gente no lo quiere, lo ha escuchado en infinidad de ocasiones en La Romareda. Ahora no lo oye porque decidió mostrar públicamente su cobardía hace días, cuando anunció que no volvería a pisar el palco del estadio. Dijo que era para ayudar al equipo. Era mentira, como siempre. Se lo recordó la hinchada zaragocista en la primera ocasión que tuvo. Ante el Alcorcón, Aguirre y los jugadores fueron los señalados. A esa hora, el soriano veía el partido recostado en un sofá de su casa. El equipo, abandonado también físicamente, fue echado de la Copa por un simplón equipo de Segunda División. Ahora el equipo no está solo, pero se mantiene en pie únicamente porque su fiel afición, ejemplar ayer en el comportamiento, lo sostiene.

Estuviera en su casa o en Katmandú, ayer se enteró de que es el enemigo número uno del zaragocismo, el personaje más odiado de su historia. Se lo recordaron alto y claro: nadie lo quiere ver más en el club aragonés. Es el culpable de la indigencia en la que se ven cotidianamente decenas de miles de zaragocistas, obligados a convivir con la mentira y la ruindad desde hace casi un lustro. En su segunda temporada como presidente, cuando empezó a tomar decisiones, inició la devastación. Sigue imparable.

Ahora es su destrucción la que ha empezado. Las hordas zaragocistas no pararán hasta que se vaya. No debe olvidarlo: Zaragoza nunca se rinde. Si no nos dejas soñar, no te dejaremos dormir, le recordó una pancarta. Es el enemigo, queda claro.