La historia del Parque Primo de Rivera se enmarca en un momento de modernidad de primeros del siglo XX. La construcción del Matadero, del Mercado Central, la Facultad de Medicina, el cubrimiento del Huerva o la Exposición Universal de 1908 marcaban el progreso y la nueva ciudad. Y es en este ambiente de desarrollo, y también de higiene, donde se plantea la creación del parque.

Pero no fue la sociedad de entonces la que propuso a las autoridades la necesidad de que Zaragoza contara con un lugar de recreo y ocio de semejantes características. Ni tampoco surgió de manera espontánea. Sino que fue el concejal Vicente Galve Sánchez Plazuelos quien, en 1913, tuvo la idea "de hermosear el Cabezo de Buena Vista" para, de esta manera, concebir la Gran Vía y expandir urbanísticamente la ciudad.

El jardinero mayor Fernando Gracia Gazulla, el arquitecto Miguel Angel Navarro y el ingeniero de montes Martín Agustí desarrollaron técnicamente el parque, que se inauguró el 17 de mayo de 1929, tras abrirse el puente del 13 de septiembre. Blasco Hijazo afirma que el valor de los solares expropiados se estimó en 500.000 pesetas.

Pero cuando aún no habían comenzado las obras, fue invitado a dar una conferencia en el Casino Mercantil el pintor sevillano Xavier Winthuysen, estudioso y restaurador de los jardines históricos, así como promotor de la Escuela Nacional de Jardinería. "Aquello fue decisivo, porque de allí nació la esencia del diseño del Parque Primo de Rivera", asegura el escritor Javier Delgado, un especialista en iconografía vegetal y animal, muy ligado a la botánica y el mundo natural.

RESPETO NATURAL "Winthuysen elogió la vista que le proporcionaba el Cabezo de Buena Vista y propuso el dibujo de un parque mudéjar que respetara y aprovechara las magníficas cualidades naturales del lugar. Desde el declive del suelo a los bosques de ribera en el Huerva o el mantenimiento de la acequia y el aprovechamiento del Canal Imperial", añade Javier Delgado.

De esta manera, el parque se dividió en zonas diferenciadas en las que se aprovechaban lo bueno de su orientación, su topografía o su iluminación. El estilo mudéjar mezcla la perfección geométrica que ofrece el parque francés con la recreación artística del inglés, optando al máximo por un bosque silvestre. Sin olvidar que fue Winthuysen quien propuso la creación, dentro del parque, de un Rincón de Goya.

"La clave del lugar es el agua, que está asegurada gracias a la presencia del Canal Imperial, el Huerva y la acequia de las Adulas. Infraestructuras que en el pasado regaban el lugar y que hoy mantienen la cultura del agua", asegura.

De hecho todo el parque es una exposición de técnicas de riego. Desde las acequias a las mangueras o el riego por aspersión. "En algunas zonas se ha conservado el riego tradicional por inundación para testimoniar una existencia" No es de extrañar que ahora, al estudiarse su replanteamiento, el agua siga marcando la modernidad de Zaragoza.