En plena crisis bursátil, en un entorno de tipos de interés históricamente bajos y con activos como la vivienda sumidos aún en un mar de dudas, mejorar la rentabilidad del ahorro se ha convertido en una misión casi imposible. En los últimos años los depósitos han dejado paso a los fondos de inversión. Tanto es así, que los aragoneses tenían invertidos en estos productos 8.847 millones a finales del 2014, una cantidad superior al PIB regional, según los últimos datos del Observatorio Inverco. Dos años antes la cifra era 3.000 millones inferior.

Este cambio en el ahorro se ha traducido en que el 35,2% de los aragoneses (466.268 personas) eran partícipes de fondos de inversión en 2014, uno de los porcentajes más elevados de España, frente a poco más de 301.000 en el 2012. El patrimonio medio por aragonés es de 19.000 euros por habitante

La caída de la bolsa en los últimos meses --el Ibex pierde un 31% desde máximos del 2015-- ha encendido las alarmas entre los ahorradores, que quizá olvidaron que toda rentabilidad comporta un riesgo. "Estamos poco acostumbrados a ver rentabilidades tan bajas, pero a día de hoy una cuenta a algo más del 0% resulta rentable", sostiene el catedrático de la Universidad de Zaragoza (UZ), Vicente Salas, que argumenta que con esos intereses el ahorro está "protegido" porque no hay inflación y los precios están a la baja. En definitiva, "una rentabilidad cero no es una mala rentabilidad", dice.

Por tanto, los expertos recomiendan no volverse locos buscando mejores márgenes. El economista Juan Royo también se pronuncia en esta misma línea. A su juicio, en este contexto "no podemos exigir mucha rentabilidad porque no hay inflación" y el ciudadano tiene que centrarse en "proteger el ahorro". Además, aconseja diversificar, ponderar las economías domésticas y mejorar la cultura financiera.

Demanda estancada

Vicente Salas cree que la situación a la que se ha llegado --bajos tipos de interés, economías emergentes en claro retroceso y precios de las materias primas devaluados-- se debe a que la demanda "está estancada", lo que conlleva incrementos de la competitividad para luchar por una tarta que no crece. La ecuación solo tiene una solución: reducción de costes y devaluación de salarios, materias primas y activos, lo que conduce a una espiral "destructiva", indica Salas.

Royo introduce una nueva variable al señalar que el problema es que las políticas expansivas "han llegado tarde" y, además, "no han llegado a los hogares y las empresas". Así, la inyección de liquidez del Banco Central Europeo (BCE) ha permitido que la banca pudiera sanearse a través de la compra de bonos de países periféricos. Ahora, en cambio, el negocio tradicional de las entidades (prestar dinero) ya no es tan rentable por los bajos tipos de interés. Un hecho que no despeja las dudas sobre la reactivación del crédito para empresas y familias, indica Royo. Para Salas, en cambio, el problema es que, si no se recupera el crédito no será porque las entidades no lo den sino porque la demanda no crece y, en este contexto, resulta complicado que las empresas crezcan e inviertan.

Ahorro, crédito, crecimiento, dudas sobre la renta variable, la delicada situación de la banca... Demasiadas incógnitas para este comienzo del 2016, que anuncia "un cambio de modelo", según Royo.