"Parece que no existimos. Llevo desde el martes alertando a las autoridades del riesgo que sufrimos y aquí no hay nadie. La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y la DGA se encogen de hombros, la carretera hacia Gallur sigue cortada y el agua llega sin parar. Y en breve entrará en el pueblo". Así de contundente se muestra Angel Coscolla, un ganadero de Boquiñeni que ayer vio cómo las aguas vertidas por la rotura del canal Imperial del pasado martes avanzaban sin remedio hacia su explotación y dejaban un pozo de unos 50 centímetros en los alrededores, donde también hay otras tres granjas afectadas. 600 cerdos viven ahora entre 20 centímetros de agua y chapotean nerviosos. Los cultivos de alfalfa, tomate y maíz de la zona siguen cubiertos por el agua.

Los vecinos de Boquiñeni han visto confirmadas sus sospechas, después de que el pasado miércoles la gran laguna provocada por la fractura del cauce del canal traspasara ya la carretera entre el pueblo y Gallur. A última hora de ayer, el manto de agua y fango se extendía por una zona de varios kilómetros y se situaba ya a escasos cien metros del pueblo. La llegada de una segunda inundación, tras la producida en la noche del lunes, parece inminente.

"Los residuos de los purines se van a mezclar con el agua y pueden venir al interior de la granja. Y lo peor es que no podemos hacer nada. Sólo podremos sacar unos 190 cerdos", añade el hijo de Angel, que no ha dormido desde las siete de la mañana del miércoles.

Ambos critican directamente al presidente de la CHE, José Luis Alonso, quien aseguró que los retrasos en la reparación de la rotura del canal se debieron, entre otras cuestiones, al riesgo que había en la zona para los operarios. "Tardaron más de diez horas en solucionar el problema. Sus argumentos son simples excusas para justificar su dejadez", subraya Angel.

"Fíjese. Un ganadero ha evacuado 40 terneros de su granja, que está llena de agua, y los ha dejado en la cooperativa. Es vergonzoso", apunta Emilio, otro vecino del municipio.

El mayor problema al que se enfrentan es que aún queda una gran cantidad de agua por descender, de manera que no se ve el fin de la desgracia. "Yo al menos he podido llevar mis cerdos a Tauste. Pero un compañero tiene 1.000 hembras y cochinillos y no puede sacarlos. Si esto va a más, como parece, no habrá nada que hacer", lamenta Lorenzo, otro de los afectados. Por cierto, recuerda que aún no ha recibido las ayudas prometidas por las riadas de febrero del 2003.

"Aquí tendremos agua para un mes. Y ya veremos qué ocurre cuando se inunden de nuevo las casas", comenta un joven.

Fábrica sin producir

A un par de kilómetros de las granjas, los empleados de la fábricas de vigas Typsa pasean resignados por los terrenos y las nave principal de la empresa, que está completamente inundada. La inmensa laguna también les ha afectado. En total, 16 hectáreas anegadas y 50 trabajadores sin poder producir desde el martes. "Achicamos el agua con bombas, pero todo se cubre una y otra vez. La planificación de pedidos de este mes se ha ido ya al traste", afirma Angel Cabrera, jefe de producción de la compañía.