Dice Pilar Carrasquer que como procede del mundo sanitario (siempre ejerció como médico) no le resulta difícil ayudar y tratar con las personas para mejorar su calidad de vida. Sin embargo, lo que ella hace como voluntaria de Cáritas Zaragoza tiene un valor y esfuerzo mayor del que ella cree, ya que su acción beneficia a muchos y lo hace a cambio de nada. Eso no es algo fácil y mucho menos común.

Carrasquer lleva 10 años colaborando con la entidad y, aunque empezó poco a poco, ahora es la responsable del proyecto de empleo de inserción social. «Tenía tiempo libre y decidí emplearlo en ayudar a otros. Elegí Cáritas por confianza y transparencia», explica. También es socia, por lo que aporta de forma continuada un dinero que permite a la organización desarrollar sus actividades y acciones.

Más allá de la pobreza económica que acusan las personas que piden ayuda a Cáritas, Carrasquer apunta a la «pobreza afectiva» que se da en todas ellas. «Por eso es tan importante la acogida y el proyecto de acompañamiento. La gente necesita sentirse escuchada, tratada con cariño y reconfortada dentro de su situación de vulnerabilidad», dice.

«Existe un riesgo de exclusión social que no es por cuestiones materiales, sino por invisibilidad. Nadie se acuerda de ellas y eso la sociedad nos lo tenemos que hacer mirar», reflexiona. Por eso, precisamente la acción de Cáritas este año se centra en las personas y en un asesoramiento por parte del voluntariado y técnicos de la entidad.

ACOMPAÑAMIENTO

A lo largo de estos años, esta zaragozana ha comprobado que «la sociedad es solidaria», asegura, aunque también ha visto situaciones de cerca que le han afectado personalmente. «Siempre ves casos y circunstancias que se te cae el alma a los pies, pero hay que aprender a gestionarlo», cuenta. «Soy optimista por naturaleza y cuando trabajaba como médico nunca me llevaba las penas a casa», explica Pilar.

Cuenta, por ejemplo, que la cercanía no solo se ofrece en puntos especializados de atención, sino que se les ofrece a los inmigrantes una acogida «mucho más cercana». Por ejemplo, mucha población de Sudamérica se reúne en espacios cedidos por parroquias de Zaragoza para compartir «tiempo» con sus paisanos. «Es muy importante para ellos ese afecto y somos conscientes de cuánto suma a su bienestar», añade.

Carrasquer, que asegura sentirse «muy satisfecha» con su labor como voluntaria en Cáritas, volvería a participar en una acción así. «Me enriquece lo que hago y además aprendo. Llegas aquí, con una vida confortable, y aprendes a educar la mirada para ver lo que hay alrededor, para ver a esas personas invisibles. Yo he tenido suerte con la vida que me ha tocado vivir, pero estar aquí, con ellos, te hace más comprensivo con la sociedad», dice la voluntaria.

Y añade una reflexión: «Aquí aprendes a no juzgar. Cuando pasas a un plano más profundo de la persona con la que estás tratando y conoces su historia, entonces entiendes todo. Te calzas sus zapatos y caminas con ellos», argumenta.

Además de las acciones de acompañamiento, Pilar Carrasquer asegura que «hay buenos resultados» en los programas de inserción sociolaboral puestos en marcha por Cáritas. «El proyecto de empleo de la fundación y la agencia de colocación funcionan muy bien. De las personas con las que trabajamos, alrededor del 40% encuentra trabajo», asegura.

En este sentido, Cáritas oferta la posibilidad de apuntarse a la bolsa de empleo o bien inscribirse en programas de la entidad para mejorar sus competencias. Los puestos de trabajo donde más personas logran un trabajo son «variados», según Carrasquer, y van desde servicios del hogar a hostelería, oficinas o transportistas. «No hay un perfil establecido por género, aunque obviamente en temas de hogar son más mujeres», indica Carrasquer, que ya ha animado a varias amigas a que colaboren como voluntarias. «Estoy muy contenta con mi labor y animo a todo el mundo que tenga tiempo libre porque Cáritas trabaja por y para las personas con una labor social tremenda», matiza.