El Bar Circo abrió sus puertas por primera vez en 1887 y desde entonces ha mantenido una clientela fiel que busca lo tradicional y la cocina casera manteniendo la esencia de bar de barrio pero en pleno centro de Zaragoza. Si uno pregunta por la mejor tortilla de la ciudad es posible que acabe en él. Es de esos sitios de toda la vida que aguantan el tirón de los gastrobares, más modernos y con decoraciones muy cuidadas, que han ido abriendo cerca de este local. En su estreno formaba parte del Teatro Circo. Cuando los artistas dejaron de desfilar por sus barras, logró sobrevivir. Y hasta hoy, tras varias generaciones que han ido heredando el negocio, muchas idas y venidas, y varias crisis económicas.

Su propietario, Eugenio Enciso, no teme la llegada de los nuevos locales que lo mismo ofrecen un brunch, un menú para comer o unos buenos cócteles por la noche. «El público es diferente, aquí la gente viene a tomarse un caña con un pincho tortilla casera o unos torreznos». Cuando se acude a su bar, dice, la gente busca algo más informal, unas tapas en la barra, servicio rápido y familiar y donde la presentación no importa tanto como la calidad.

Dice que el centro ahora luce su mejor cara pues hay un sinfín de bares para elegir después de unos años -coincidiendo con las obras del tranvía y la crisis- en los que muchos echaron la persiana. «La oferta ha mejorado mucho en los últimos años. Ahora cierra una tienda y se abre un bar, eso es bueno porque la gente lo demanda. Solo hay que mirar y ver que prácticamente están llenos a todas horas», comenta.

«A la gente le apetece salir de casa e ir de bar en bar y en Zaragoza se puede tapear muy bien por el centro porque hay una oferta muy variada que se complementa y que convive, con productos totalmente diferentes y precios para todos los bolsillos”, explica. Admite que la costumbre de acudir al vermú a media mañana o salir por la tarde le han permitido sortear la crisis y, ahora, la apertura de bares más modernos. «El público es completamente diferente y según la hora del día se demanda un sitio u otro», comenta, aunque duda que un cliente vaya al mismo bar para desayunar, comer, cenar o ir de copas. «A la gente le gusta variar, no estar metidos en el mismo sitio por muy bonito que sea», confiesa.

Para mantener la fama y la clientela, Eusebio mira por la calidad del producto y el precio. Sin embargo, admite que siempre está pensando en cómo modernizar el local, más ahora donde el diseño prima en los nuevos, que cuidan hasta el mínimo detalle. «Soy consciente de que hacían falta y que la gente los demandaba, pero estoy tranquilo». Competir con su pincho de tortilla no es tarea fácil. CARLOTA GOMAR