La comunidad acumula, desde hace años, una larga lista de proyectos inacabados, reclamaciones reiterativas y reivindicaciones que no se pueden llevar a cabo por falta de fondos o de sintonía con los gobiernos de Madrid.

El ferrocarril es uno de los problemas enquistados, en particular el corredor Cantábrico-Mediterráneo por Teruel, que aguarda las inversiones que dejen en condiciones una vía que lleva muchos años con pequeños parches.

Un asunto en el que las tornas han cambiado es en el del Canfranero. Francia, que siempre se mostró reacia a invertir en la línea, avanza ahora a buen ritmo en la recuperación del trazado con la apertura, en junio de este año, del tramo entre Oloron y Bedous. Aragón, mientras tanto, necesita urgentemente que se invierta en la línea entre Huesca y la frontera para cumplir el calendario de la reapertura completa, fijada para el año 2020.

Sin dejar atrás los temas ferroviarios, otro asunto pendiente es la renovación del convenio entre Aragón y Renfe para el mantenimiento de los trenes regionales y de media distancia, con un coste para Aragón de 4,3 millones anuales que Fomento debe abonar antes del 31 de diciembre de este año para que no se pierdan servicios.

Los desdoblamientos de carreteras no son un problema menor ni secundario. Aragón exige la conversión en autovía de la totalidad de la N-232 a su paso por Aragón y de la N-II entre Alfajarín y Fraga.

La parte aragonesa lucha también por los tramos pendientes de la A-21 entre Pamplona y Jaca, la A-23 y la A-22, donde solo falta por llevar a cabo el segmento entre Huesca y Angüés por Estrecho Quinto.

En la A-23, la situación es más compleja y falta todo el puerto de Monrepós, el tramo entre Lanave y Sabiñánigo y la variante de esta población. En cuanto al enlace con la capital navarra, las obras o están paradas o avanzan con mucha lentitud.

El eje pirenaico o N-260 lleva mucho tiempo encima de la mesa. La DGA reclama la mejora del tramo entre Broto y Boltaña por el túnel de Balupor, así como una solución definitiva para el acceso al valle de Benasque por el Congosto de Ventamillo, una reivindicación histórica de la Ribagorza que choca con problemas técnicos y ecológicos.