Es todavía prematuro para conocer qué consecuencias tendrá para Aragón el cambio de Gobierno. No se conoce ni cuánto tiempo va a estar el nuevo Ejecutivo ni cómo se va a componer. Además, el mantenimiento de los presupuestos prácticamente aprobados y que confeccionó el PP garantizan los proyectos en marcha y los convenios bilaterales firmados. El último, este mismo lunes, el Fite. Por tanto, está por ver qué tipo de relación mantendrá el Ejecutivo de Sánchez en Aragón. Un Sánchez que visitó con frecuencia Aragón durante sus primeros meses como secretario general en su primera etapa, y que luego se distanció al recibir la hostilidad de la Secretaría General, con Lambán como uno de los principales adversarios protagonistas.

En su segunda etapa, aparentemente recompuestas las relaciones, aunque frías, Sánchez sigue teniendo en su ejecutiva a Susana Sumelzo, artífice de que ganara en Aragón las primarias junto al alcalde de Utebo y su secretario de coordinación territorial, Santos Cerdán, que mantiene una excelente relación con Miguel Gracia, otrora enemigo de Sánchez (su provincia fue la única que se opuso a que gobernara) y ahora defensor a ultranza del secretario general y próximo presidente.

A la espera de quinielas sobre ministrables y secretarías de Estado, que rondarán seguro toda la semana, la consecuencia más inminente es que dos aragoneses dejarán sus puestos que han dirigido conbrillantez y protagonismo este apenas año y medio que ha durado una legislatura en la que el Gobierno, especialmente en Fomento, ha cumplido sus compromisos y no se detendrá el ritmo inversor. El ministro . Roberto Bermúdez de Castro, secretario de Estado de Administraciones Territoriales y artífice de la aplicación del artículo 155 en Cataluña; y Mario Garcés, secretario de Estado de Igualdad, dejarán de serlo en cuanto tome posesión el nuevo Gobierno con sus ministerios, algo previsto para finales de la próxima semana.

También cambiará el delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde, aunque ese nivel podría producirse más adelante. Hay otras instituciones dependientes del Estado, como la CHE, aunque en este caso el relevo parece más lejano. Al menos por el momento.

Ayer en Aragón todo el foco político estaba en Madrid. Se abre una nueva etapa política en la que habrá sintonía ideológica en Moncloa y en el Pignatelli aunque sus dos máximos responsables sigan teniendo sus recelos mutuos, completamente aparcados en público. En cualquier caso, el propio Gobierno de Aragón ha admitido en más de una ocasión que las relaciones con el Gobierno del PP han sido cordiales.

Mientras en el PSOE optan por guardar un prudente silencio hasta que se produzca la votación definitiva, los diputados aragoneses en el Congreso realizaron sus particulares valoraciones del debate.

El diputado del PP por Zaragoza, Ramón Moreno, compartió la generalizada indignación de los populares. «Sánchez ni ha ofrecido un programa de Gobierno, ni ha presentado una sola idea salvo la derogación de leyes que están funcionando, eso sí, en ese ánimo de delirio, va a asumir unos presupuestos que votó hace una semana en contra y que descalificó sobremanera. Tampoco ha presentado ni una sola medida económica, solo ha brindado una inseguridad permanente. En definitiva ha demostrado que será capaz de poner en peligro la estabilidad económica y política de España». Para el popular, «ha mentido en sede parlamentaria ofreciendo una justificación de la moción de censura que él mismo sabe que no es verdad. Ya empieza engañando a los españoles».

«Un gobierno frankenstein que va a dar inestabilidad, desconfianza a un país que ha salido de la crisis, que genera puestos de trabajo, que crece por encima de la media europea, que da confianza en los mercados y que ha recuperado el prestigio en el mundo», señaló. El enfado de Moreno era patente: «Sánchez no piensa en España, no piensa en los españoles, piensa en él, ni siquiera en su partido, porque si lo hiciera no pactaría con el populismo radical, con los que quieren romper España, con los nacionalistas y hasta con los amigos de ETA».

Como «un día muy triste», definió Rodrigo Gómez, de Ciudadanos, el debate de la moción de censura. «Hoy hemos vuelto a ver ese viejo bipartidismo que se tira los trastos entre sí en lugar de hablar de España y de los españoles», sentenció Gómez, para quien «Sánchez solo piensa en su futuro y no en el de los españoles, que merecen votar y decidir en unas elecciones ante una legislatura que está agotada». El diputado de la formación de Rivera lamentó «que la única intención sea llegar al Gobierno, le da igual los socios».

Una visión más optimista y feliz fue la que aportó el diputado de Podemos, Pedro Arrojo, para quien el debate «ha merecido la pena» y «se abre una nueva etapa que será difícil pero ilusionante, con nuevos espacios de diálogo y con un Congreso que dejará de estar amordazado por un Gobierno que ha vetado más de 70 proyectos de ley».

Perfil bajo

El diputado de Podemos consideró que Sánchez ha mantenido «un perfil bajo», algo que interpretó «en clave interna de partido». Arrojo considera «Que Sánchez podía haber aportado dosis más ilusionantes, haber mostrado más apasionamiento y ofrecido más detalles». En cualquier caso, considera el diputado podemita que se ha dado «un paso muy importante, de regeneración democrática necesaria». Según señaló, «el grupo confederal de Podemos está muy ilusionado, confiamos en que se pueda recuperar el Parlamento y salgan adelante numerosas leyes vetadas».