Cualquier tiempo pasado no fue mejor para la economía aragonesa. Al menos, mirando en el retrovisor con plano largo y tomando como referencia los 39 años del reinado de Juan Carlos I (1975-2014), un periodo en el que la comunidad ha experimentado una transformación a fondo y sin precedentes de sus estructuras productivas.

A pesar de los deberes pendientes --como las comunicaciones con Francia--, los desequilibrios territoriales --un medio rural deprimido frente a una Zaragoza poderosa-- y otras debilidades, el cambio vivido en estas cuatro décadas ha sido radical. Un crecimiento que, aunque entreverado por crisis como la actual que desvirtúa algunos avances, ha insertado a la región en el contexto europeo de bienestar y desarrollo. Es el salto de una economía de escasez y marcado carácter rural y agrario a otra de perfil moderno, mano de obra cualificada y apertura al exterior, que pivota sobre el sector servicios y una potente industria abanderada por el automóvil.

"La mejora del nivel de vida de los aragoneses ha sido espectacular", resume Luis Germán Zubero, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Zaragoza y autor del libro Historia económica del Aragón contemporáneo. "Salíamos de una dictadura en la que estábamos completamente al margen de un mundo normalizado que era Europa; 39 años después estamos plenamente insertados en ese mundo", sostiene.

Aragón ha seguido el patrón de crecimiento del conjunto de España, pero desde una posición aventajada al situarse en la parte alta del ránking nacional, donde incluso ha ganado posiciones. La autonomía, la inversión extranjera --con General Motors como gran detonante--, el impulso de las infraestructuras y el mayor peso industrial han sido los principales motores de esa transformación que ha tenido como telón de fondo la consolidación de la democracia, el desarrollo del Estado del Bienestar y el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (CEE).

El desarrollo del autogobierno de Aragón ha sido una pieza clave, a juicio de Germán Zubero. "El Estado de las Autonomías, a pesar de las críticas y los excesos que ha habido, ha sido un escenario muy positivo para el desarrollo de la economía y la sociedad aragonesa, sobre todo porque ha acercado muchos servicios a los ciudadanos", asegura. El gasto del Ejecutivo aragonés representaba el 3,8% del PIB regional hacia 1990, una cifra que ha pasado a suponer el 36% en el 2008, lo que da cuenta del relevante papel que ha alcanzado.

Luis Antonio Sáez Pérez, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza, comparte el diagnóstico y destaca que la descentralización ha permitido "una gestión más directa de las políticas agraria, industrial o de oferta". "Los interlocutores de las empresas están muchas veces en el Pignatelli, en lugar de en Madrid", señala.

Multinacionales

Entre los años 1975 y 2000, el PIB per cápita de Aragón se ha duplicado. La comunidad ha pasado del octavo puesto del ránking nacional que ocupaba en los inicios de la democracia a la cuarta plaza en el 2008, aunque en los últimos años ha perdido dos puestos. "En el último cuarto de siglo la mejora cualitativa ha sido muy significativa", subraya.

Otro de los pilares sobre los que se ha cimentado la nueva economía regional es la industria. Esta ya tenía un cierto peso en el Aragón de 1975, sobre todo en actividades como la máquina herramienta y el textil, pero su especialización llegó de la mano del automóvil gracias al desembarcó de GM y todo el entramado de auxiliares que ha crecido a su alrededor. "Aragón era un mundo de pymes que solo empezó a cambiar cuando llegó GM", comenta Germán Zubero. "Aquí la reconversión industrial fue relativamente pequeña y silenciosa: desapareció el textil --en el que Aragón era el segundo productor nacional tras Cataluña-- pero sin ayudas", apunta Sáez Pérez. Hoy, el peso de la industria es mayor que la media española y europea, algo que ha ayudado a resistir mejor la crisis.

La apertura al mercado exterior es otro de los hitos. "El tejido productivo ha cambiado totalmente: antes casi todo era nacional y ahora está dominado por el capital extranjero", remarca el catedrático. A finales de los 70 solo cuatro de las 30 principales empresas eran de propiedad extranjera cuando en la actualidad lo son algo más de la mitad. Esta metamorfosis se debe a que muchas firmas locales (Safa, Balay, Vajilla Enériz o Gyesa) fueron absorbidas por multinacionales. Saica, Pikolín y Samca (Luengo) son prácticamente las tres únicas grandes compañías de capital aragonés que quedan.

Las infraestructuras también ha dado un giro de 180 grados. Cuando Juan Carlos I fue proclamado rey de España, Aragón no tenía ni un solo kilómetro de autovía o autopista mientras que ahora goza de buenas conexiones con todas las grandes capitales de su entorno (Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia), quedando pendiente la ansiada unión con Francia. A esto es suman las comunicaciones por tren AVE, que han acabado de catapultar a Zaragoza como nudo de comunicaciones del cuadrante nordeste peninsular, el más rico de España. «No somos conscientes del salto que hemos dado», sostiene German Zubero.

El profesor Sáez Pérez destaca asimismo la transformación del sector primario, que en 1975 aglutinaba el 20% y ahora no llega al 5%. «Se ha pasado de una agricultura familiar a una empresarial ». Aunque ha perdido peso relativo, ha dejado de ser «un sector pobre» y ha ganado en productividad. «Un ejemplo del cambio es que hay bodegas que hace 15 años vendían vino a granel y que ahora exportan a Estados Unidos».

También en 1975 había crisis. «Aquella era una crisis clásica y visible, se apreciaba bien la cirugía a aplicar; la de ahora es una crisis posmoderna, con más incertidumbres y menos referencias », dice Sáez. En esta redefinición, «a lo mejor surgen nuevas oportunidades para Aragón».