Ni el bloque de derechas ni el de izquierdas alcanzaría el listón de los 176 escaños, la mayoría absoluta, a tenor de los últimos sondeos. Bloqueo eres tú. Pero hasta ahora, la mayoría de las encuestas daban más escaños a la izquierda que a la derecha. Ya no. La emoción podría colarse en nuestras vidas, tal vez, de aquí al domingo. La incertidumbre. La desazón, incluso. Pero nos van a privar de tendencias y datos que nos permitieran ir testando como va la cosa. Ya no se pueden publicar encuestas, lo que demuestra que este país necesita una puesta a punto: esa ley está obsoleta y no tiene sentido.

También habría que repensar lo de la jornada de reflexión, que como todo el mundo sabe es una jornada en la que uno no puede reflexionar ya que está todo el día viendo y leyendo reportajes sobre a qué dedican los candidatos la jornada de reflexión. Jornada que dedican, claro, a estar en familia, comer un arroz, descansar y leer. No falta quien saca al perro. A la calle y al reportaje. Habrá quien se compre uno para la ocasión. Káiser, mira a la cámara.

Correr también queda bien. El candidato dio unas carreritas por un parque cercano a su domicilio y tal. También resulta de mucho efecto deslizar que se reunió con sus colaboradores a primera hora de la mañana. Para repasar la prensa del día, por ejemplo. Los políticos más que leer la prensa son muy de repasarla. A ver si salen, a ver qué dicen de ellos. A ver si el maldito columnista ese se mete de una vez con fulanito y no conmigo.

Como a veces no se enteran necesitan a su equipo de colaboradores para que les interprete aquella o esta intencionalidad o para que, el tiempo es oro, le digan sin necesidad de que tengan que leerlo si el editorial es a favor o en contra.

Cuando acaba la jornada de reflexión has perdido el hábito de reflexionar, llega la noche y entonces abres una cerveza y reflexionas sobre qué serie ver. Al contrario de lo que pudiera pensarse es esta actitud la que te vacuna contra la desafección política, dado que si reflexionáramos de verdad podríamos poner en peligro el orden establecido. Hay un aforismo de Nicolás Gómez Dávila que viene al pelo pero con el que nos da miedo coincidir: «El hombre inteligente llega con prontitud a conclusiones reaccionarias». No sé si el reaccionario era el propio Dávila. Ni si tenía perro o reflexionaba o a quién habría votado. Lo mismo llegó a tales conclusiones después de reflexionar mucho. A lo mejor en una jornada de reflexión, después de reunirse con sus colaboradores para repasar la prensa, pasear, comer un arroz en familia (con gambas), descansar un poco y leer, tal vez a un aforista efectista con el que no compartiera su pensamiento pero le agradase la musicalidad y ritmo de sus frases.

O vaya usted a saber si se confundía y eran haikus los que leía. Como Sánchez, que no paró de leer en todo el debate, mirando para abajo, ignorando/despreciando a sus oponentes, en un gesto que finalmente quedó como de displicencia. Igual se había llevado una novela de Philipe?Kerr y no pudo despegarse de ella en toda la velada por lo trepidante del argumento.

Entró serio y no es que saliera tocando las castañuelas. Teníamos a un presidente preocupado por el ritmo del país y acabamos la noche con un presidente preocupado por cómo le había salido el debate.

Rivera no, Rivera a lo suyo. Y a los suyos. Cada vez menos. Se llegó a la sede a que le lanzaran globos y piropos. Tal vez cuando oyó lo de sí se puede pensó que se había confundido de sede. De estrategia parece haberse confundido más bien. El domingo noche, a eso de la hora de sacar al perro, saldremos de dudas, que no tal vez del bloqueo.