Si miramos las encuestas recientes, el desembarco de José María Aznar y de Mariano Rajoy en la campaña electoral del Partido Popular, más que triunfante, a lo Normandía, se asemeja a un aterrizaje forzoso o de salvamento. Han sido reclamados porque Pablo Casado, como esos Boeing 737 de última generación, tiene defectos de fabricación: Salvad al soldado Pablo.

La Sexta ha publicado una nueva encuesta, al igual que este diario, que no corrige la del CIS, en todo caso, la matiza, la afina. Sin embargo, algunos expertos consultados, los menos mediáticos, aseguran que el PSOE podría estar más arriba, pero el PP, también. Sin quitar relevancia a la mejora, no quiere decir que no se pueda asegurar, ya con contundencia, que Pablo Casado no será presidente, que los resultados serán los peores de la historia de la derecha posfranquista, y que la batalla que se avecina, en la oposición, será un auténtico calvario. El PP tendrá que hacer oposición al Gobierno pero, lo que es peor, tendrá que resistir en el Parlamento a la extrema derecha que se prevé estará más dedicada a destruir al PP que a oponerse al Gobierno. Oposición en la oposición, a cara de perro.

El PP ha perdido centralidad, nada de centroderecha como predica Aznar, artífice, precisamente, del giro al extremo intenso. Si se relaciona el previsible resultado electoral con las municipales, la derecha puede caer como fichas de dominó. No es que el PP de Casado pierda, es que entraría en un estado de letargo. Perder además en las municipales significará un golpe duro, también en lo orgánico, donde se produce el menudeo y las mamandurrias denunciadas, pero practicadas con denuedo. Y, ¿entonces?

La derecha española, su élite, es más clientelar que la izquierda, aunque a lo grande, una gran depredadora de lo público, a pesar de su homilía liberal. La derecha, si pierde, lo pierde todo: poder, influencia, capacidad transaccional. Se juega mucho y más si, al final, Ciudadanos vuelve a las andadas y acaba huyendo a la zona de confort de un Gobierno fruto de un pacto con el PSOE.

No es de extrañar, en este estado de alarma, el aterrizaje de Aznar y Rajoy. Se juegan todo, uno el orgullo, sobre todas las cosas. Casado es hijo de Aznar, su ideólogo y su mandante. No sorprende que acuda a Barcelona, en apoyo de su apuesta catalana, Cayetana Álvarez de Toledo; la crispación, Cataluña como única estrategia. Crispar desde Cataluña para animar la afición; tampoco su excursión valenciana, siempre fue su apuesta, su modelo, exportable, decía, ahora en un tris de sucumbir, después de años de hegemonía. Casado puede ser su fracaso.

Rajoy es otra cosa, defiende lo mismo por lo mismo, pero Casado no es su hijo, es más, los suyos fueron sacrificados en la pira del casadismo. Rajoy nada, electoralmente, socarronamente, en la orilla, en Galicia, no se quiere desmarcar tanto como para que digan que no se moja, pero quiere estar cerca de Feijóo -los andaluces se han cambiado de bando-, tal vez porque cuando estallen los truenos, judiciales incluidos, Soraya Sáenz de Santamaría, su otro apoyo, ya no cuente. Casado puede ser su triunfo.