La entrada de Arturo Aliaga en el gabinete de Luisa Fernanda Rudi era un secreto a voces que los dirigentes del PAR y el PP han intentado camuflar durante seis meses bajo la apariencia de enigma político. El martes volverá a asumir las competencias de Industria, Comercio y Turismo a las que en esta nueva etapa suma las de Ciencia y Tecnología. El consejero con más trienios se hará cargo de la cartera de Innovación.

Aliaga se toma las cosas en serio. A veces, incluso parece que demasiado. Por ejemplo, por el apasionado tomo con el que, desde la tribuna de las Cortes, defendía sus actuaciones con argumentos irrebatibles como "yo todo lo hago por Aragón, solo pienso en Aragón". Vuelve el atribulado consejero Arturo, capaz de compaginar éxitos incontestables --Walqa, la Fundación del Hidrógeno--, proyectos polémicos --Motorland--, memorables embrollos como el final de la empresa oscense Mildred, fiascos históricos como la fracasada idea de Gran Scala y episodios que no requieren adjetivación, como aquel del motor milagroso.

Al repescado consejero nadie le discutirá la capacidad de trabajo --su cartera solía ser la más pesada en las sesiones de control al Gobierno--, la abnegación y discreción con la que lo desarrolla, la versatilidad --pasa en un momento de la promoción de una feria a la planificación de las energías renovables-- y la implicación en los asuntos, que ha llegado a costarle algún achaque. Rocero en el trato, tiene tirón entre empresarios, comerciantes y responsables de ferias y órganos camerales, de cuyos negociados se encargó durante una década.

También medra en su partido, el PAR del insondable José Ángel Biel, del que es secretario general desde hace unos meses. Y con solo cuatro años de militancia que comenzaron en el 2007, cuando ya llevaba casi siete como consejero de Industria en el Ejecutivo del socialista Marcelino Iglesias.

Funcionario de carrera, llegó al Consejo de Gobierno como independiente --a propuesta del PAR-- desde la Secretaría General Técnica de Economía, en la que trabajó a las órdenes de Santiago Lanzuela y de Eduardo Bandrés.

Desde ayer parece uno de los mejor situados en la carrera por la sucesión de Biel, siempre que esa competición haya empezado o pueda hacerlo pronto. Es el aragonesista con el cargo ejecutivo de mayor importancia. Y su entrada en el Consejo de Gobierno difumina la figura de uno de sus rivales, el portavoz parlamentario Alfredo Boné, que ya no puede matizar el apoyo a la DGA.