La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), mayoritaria en el cuerpo y personada como acción popular en el caso, exigió ayer, una vez analizadas las pesquisas practicadas, una investigación sobre la eficacia de los chalecos antibalas que portaban los agentes Víctor Romero y Víctor Caballero el día en que fueron asesinados. La asociación mantuvo desde el principio la sospecha de que los agentes se vieron «sobreexpuestos», por un operativo escaso tras el primer tiroteo de Albalate del Arzobispo y porque intuían que los chalecos habían fallado en su cometido. Y las pruebas practicadas, ahora conocidas, a su entender, han confirmado sus sospechas.

Según el análisis de las prendas de los agentes que figura en las diligencias, ambos agentes fueron acribillados por Igor el Ruso, que en su declaración ante el juzgado ya reconoció haber disparado 17 veces contra ellos, a dos manos. Según el análisis de balística, en el lugar fueron encontrados 13 casquillos, seis de la pistola Smith & Wesson y siete de la Beretta. Los agentes dispararon entre los dos 18 veces contra el agresor, que presentaba un roce en una ceja.

La autopsia definitiva no consta en autos, pero sí el análisis de las prendas y las balas, cinco de las cuales quedaron alojadas en los cuerpos de los agentes.

En el caso de Víctor Romero, su chaleco recibió tres de los impactos, uno de los cuales dio en el lateral (aparentemente, en la zona del velcro, según las imágenes), y penetró en el cuerpo; a Víctor Caballero le perforó cinco veces en la zona baja, y la prenda protectora presentaba tres orificios en la parte anterior y dos en la posterior.

La autopsia deberá determinar la trayectoria de los proyectiles y el resto de heridas, pero para AUGC el segundo caso es claro en cuanto al mal funcionamiento del chaleco. También se estudiará qué balazos fueron los letales, ya que la causa aparente de la muerte en todos los casos (también Iranzo) fue el shock por la pérdida de sangre.