Se supone que José María Aznar acudía ayer a presentar el libro de uno de sus históricos colaboradores, Javier Zarzalejos. El título, No hay ala oeste en la Moncloa. La realidad del poder en España (Ediciones Península), era de nota para una jornada en la que el presidente del Gobierno entrante, Pedro Sánchez, seguía designando ministros y el saliente, Mariano Rajoy, comunicaba al PP que se marchaba y forzaba el proceso de sucesión. Pero Aznar en realidad iba a hablar de sus libros: el que presentará en otoño y el metafórico, el que atañe al rencor que acumula en general contra su propio partido (del que reniega aunque conserva la militancia) y en particular contra Rajoy y el que ha sido su equipo.

De entrada, su tono de presentación distó mucho del ambiente que, horas antes, se había vivido en la calle Génova ante el emotivo adiós de Rajoy. Cierto es que sin llegar a mencionarlo siquiera, el todavía líder popular le dejó recados a su predecesor: lamentó haber tenido que asumir responsabilidades que no eran suyas (corrupción); presumió de ser el único presidente que no negoció con ETA (Aznar lo hizo y le lanzó este dardo de despedida) y aseguró que él, cuando tenga sucesor, se pondrá «a la orden». Vamos, que su hoja de ruta será la contraria a la seguida por Aznar con él.

En este contexto salió a la palestra Aznar, que sonrió y bromeó más de lo habitual. Sacó su retórica más cortante para intentar dar la puntilla a quien él mismo eligió un día como delfín político a dedazo limpio, aunque ahora prefiera olvidarlo. «Mi compromiso es con España y los españoles. No tengo ningún compromiso con ningún partido. No me siento representado por nadie», espetó, para después dejar boquiabiertos a muchos de los que le escuchaban ofreciéndose a recomponer el centroderecha español, que da por desmantelado tras la crisis del PP y su lucha sin cuartel con Ciudadanos.

MANCILLAR SU IMAGEN / «Una reconstrucción es absolutamente esencial. Si se estuviera dispuesto a ello, desde mi posición actual, y no desde ninguna otra, contribuiría con mucho gusto para que los españoles puedan tener esa mayor garantía de estabilidad y de seguridad en el futuro», dijo.

Aznar no quiso aclarar qué estaba ofreciendo (¿una plataforma?, ¿asesoría?, ¿nuevo partido?…) desde su posición «actual», esto es, la de jefe de FAES y miembro de algún bufete con facturación de escándalo. La de un expolítico que no se siente atado a las siglas que él mismo ayudó a refundar para pasar página de Alianza Popular. Eso sí, advirtió que no piensa callarse después de que hayan tratado de mancillarle, afirmó, a raíz del caso Gürtel.

SORPRESA / Por su parte, Podemos se felicita por la salida del jefe de los conservadores pero descarta que el paso dado por Rajoy sea una decisión personal, sino fruto de la presión ejercida por la fuerza morada y la ciudadanía contra el PP. «No se va, le hemos echado», fue la consigna repetida tanto en el podemismo como entre sus confluencias.

A pesar de la contundencia del mensaje político, el secretario general, Pablo Iglesias, dejó patente su aprecio personal a Rajoy en un tuit que voló en las redes sociales y levantó polvareda, incluso en sus bases. Le describe como «un político elegante e inteligente» que consiguió ganarse su «respeto». Ciudadanos considera que la marcha de Rajoy es una muestra más de la «agonía» de un bipartidismo que se apoya en «los nacionalistas». Su presidente, Albert Rivera, le deseó «lo mejor en lo personal», pero volvió a reprocharle no haber presentado su dimisión antes de que se votase la moción de censura, hecho que hubiera facilitado unas elecciones generales que el liberal cuenta con ganar.