María G.Barrecheguren trabaja para la oenegé Emergency, una organización italiana de ayuda sanitaria para países en guerra. Ha estado anteriormente en los hospitales de la organización en Panjshir, Kabul y Helmand en Afganistán. En la actualidad es coordinadora de enfermería del centro de referencia de ébola en Freetown (Sierra Leona), junto a un equipo sanitario internacional. Está en el país desde principios de verano asistiendo a enfermos infectados y tiene previsto regresar en breve a Europa tras un periodo de cuarentena. Conversa con EL PERIÓDICO por Skype.

-- ¿Cuánto tiempo lleva en Freetown?

-- Vine a trabajar hace meses para una oenegé que tiene aquí un hospital de cirugía y pediatría. Una vez aquí me encontré con todo el follón del ébola. Sobre el 17 de agosto, las autoridades de Sierra Leona y mi oenegé decidieron abrir un centro de ébola y me pidieron por mi experiencia que fuera la coordinadora de enfermeras.

-- ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Las noticias hablan de una expansión inusitada de la enfermedad.

-- El virus está creciendo a modo de mancha, a gran velocidad. Ha llegado desde la selva hasta una gran ciudad como es Freetown y, claro, los casos se multiplican exponencialmente. No hay centros suficientes para acoger a tantos enfermos

-- ¿En qué consiste su trabajo?

-- Nos dividimos por turnos, el de mañana o de día entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde, y el que llamamos de noche desde las seis hasta las ocho del día siguiente. Cuando llegas al centro, te cambias con el uniforme que consta de camiseta, pantalones y botas. Entonces, entras en la que llamamos zona verde. Son todo tiendas, como un hospital de campaña para observación. Luego está la zona roja, la zona contaminada. Es donde trabajamos más duro. Depende de las admisiones entras dos o tres veces por turno, con enfermeros nacionales, y haces tu trabajo de enfermería con el traje ese como de astronauta, que tardas en ponértelo como cinco o diez minutos una vez que tienes práctica. Entras, haces tu trabajo, dando medicación, controlando goteros, limpieza e higiene de los enfermos... Tienes una relación con los pacientes, hablas con ellos a través de la escafandra, sobre todo con los que están mejor. Estás a unos 40 grados y sudas muchísimo. Cada acceso solemos estar unos 45 minutos, a veces más porque se alarga. Cuando sales tienes que hacer una serie de procedimientos complicados con mucho riesgo de contaminarte. Te desprendes del traje, en unos diez minutos o quince, lo metes todo en lejía, y cuando has salido parece que vienes de una piscina. Necesitas beber porque estás deshidratada.

-- Tendrán temor a contagiarse. ¿Cómo funcionan allí los protocolos de seguridad?

--Sigue habiendo casos de contagio, desde luego. Los protocolos están muy bien, una mezcla de los que marca la OMS y los de Médicos sin Fronteras, siempre arreglando fallos o cosas que veías que podían traer consecuencias. El problema es que existe el error humano, cuando estás dentro tienes que estar con una concentración del 120% porque siempre puede existir un contacto. En realidad hay muchos sanitarios nacionales infectados porque en los centros que no tienen gente internacional los protocolos locales dejan bastante que desear. No es llegar y vestirte; es complicado, hay que tener muchísimo cuidado.

-- ¿Existe alguna esperanza para los pacientes que ingresan en la zona roja y ya han desarrollado la enfermedad?

-- Ahora tengo cinco pacientes que se han curado, con gran satisfacción para todos. Es verdad que se te mueren muchos. Hoy mismo (por el lunes) he metido yo en bolsas a dos, un niño de cinco años y una chica de 20 o 25, y el otro día un bebé de cuatro meses. Es un momento difícil, sientes frustración, piensas en ellos mientras llenas las bolsas de hipoclorito sódico (lejía). Es fuerte, como lo es la emoción que te dan los que se curan.

-- ¿En qué condiciones están?

-- Hay medios. En cuanto a material, nos dan todo lo necesario. El problema básico frente al ébola son los recursos humanos, falta personal, tendría que venir a África personal internacional formado para enseñar los protocolos a la gente de aquí.

-- ¿Cómo ve la situación de la epidemia?

-- La epidemia llevará ya como un año y va in crescendo. Lo único que parece, por mi experiencia, es que la gente llega en mejores condiciones, no mueren tan rápidamente. La virulencia del ébola parece reducirse aunque haya muchos contagios. Es un factor positivo para pensar que existe una salida, pero el riesgo ahora es que la enfermedad se cronifique.

-- Pero la agresividad de la enfermedad, vista desde España, parece tremenda.

-- No todos los casos son iguales. Los hay que llegan con un poco de fiebre, una especie de gripe, pero andando por su pie. Suelen desarrollar luego diarreas. El síntoma fundamental que les lleva a morir es la deshidratación y el shock hipovolémico por pérdida de líquidos. Unos son más fuertes y duran más, y otros menos. La parte peor del proceso son las encefalitis. Cuando afecta al cerebro empiezan a volverse como locos, nerviosos, agitados... Tiemblan, y da mucha impresión cuando los miras y tienen los ojos con conjuntivitis hemorrágicas. Tienen los ojos superabiertos llenos de sangre, y también las encías. En niveles muy avanzados sangran por todo el rostro: ojos, boca oreja... o por las vías de acceso venoso. No todos llegan a ese estado, otros mueren antes

-- ¿Son el único hospital con apoyo internacional de referencia para el ébola en Freetown?

-- Hasta hace poquito lo éramos, han abierto otro en una estación de policía o algo así, pero está gestionado por el gobierno solo con personal local.

-- ¿Qué lleva a una enfermera zaragozana a exponer su vida en África, en el corazón de una pandemia?

-- La motivación fundamental es que estamos haciendo lo que necesita la gente de aquí ahora, ayudar a frenar la epidemia. Los casos que se curan te llenan de moral hasta las nubes. Hay momentos de miedo y de cansancio, pero si tuviera que meter las cosas en una balanza, mi balance sería absolutamente positivo.

-- ¿Confía en una reacción internacional?

-- Espero que sí. Que las grandes esferas se pongan las pilas contra el ébola, que manden gente y que construyan centros para no dejar estos países abandonados frente al virus.