Estuvo relajado, distendido y, en momentos, chistoso. Aznar realizó su primera y última visita como presidente a Calatayud --el único bastión que les queda a los populares en Aragón-- con la tranquilidad de estar a un mes escaso de ingresar en el club de los ex .

Los dirigentes locales, con el alcalde popular a la cabeza, Fernando Martín, le prepararon un intenso programa de actos, como queriendo quemar en sólo tres horas los más de catorce años que Aznar no paraba por allí. Fue en 1990 y era líder de la oposición.

La apretada visita arrancó sobre las 11,30 horas en la Academia de Logística de Calatayud, a donde llegó en helicóptero. Minutos antes había aterrizado Federico Trillo, el ministro de Defensa. Los dos, acompañados del director de la institución, Juan Pinto Sánchez, la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, el delegado del Gobierno en Aragón, Eduardo Ameijide, y otras autoridades visitaron las instalaciones castrenses.

Paseó por el hangar en el que se reparan helicópteros, charló con los mecánicos y bromeó con estudiantes que realizaban una demostración de cómo funciona un cargador automático. "¡Quieto parao!", le dijo con una amplia risotada a uno de los alumnos que introducía los enormes cartuchos dentro del cargador de munición. Lanzó un mensaje a los jóvenes: "Quiero decirles que merece la pena ingresar en las Fuerzas Armadas". Sobre la una, el séquito de quince vehículos dejó el complejo.

A partir de ahí Aznar encadenó actos y fotos. Y los periodistas le siguieron a la carrera, empujados por escoltas y empleados del jefe . Los dos microbuses con los informadores recorrieron veloces las callejuelas como si de un circuito urbano se tratara. Había que llegar cinco minutos antes que él y se logró en el ayuntamiento. En la plaza de España, le esperaban algunas pancartas colgadas en balcones con el No al trasvase y No a la guerra . Y también aguardaba la multitud, aunque menor de la prevista para el municipio pepero por excelencia. Fue allí donde Aznar se dio su primer baño de masas del día.

Firmó en el libro de la ciudad y se encaminó hacia la iglesia de San Pedro de los Francos, "un símbolo" ahora vestido de andamios. El obispo de Tarazona, Carmelo Borobia, le esperaba con casco. Visita fugaz junto al arquitecto José María Valero y, de nuevo, en coche hacia la flamante estación del AVE. Trillo ya no estaba y le relevó Francisco Alvarez Cascos. Los dos, con rostro ausente, oyeron las explicaciones sobre las bondades de la estación y, minutos más tarde, sobre las obras de la variante. El rally acabó en un almuerzo con militantes. Gustavo Alcalde, presidente del PP en Aragón, le recordó: "Dice una jota que los bilbilitanos nunca decimos adiós. Hasta luego, José María". Y Aznar le respondió: "Hay otra jota que dice que de todas las regiones de España, Aragón es la más hermosa. O algo así".