La sociedad española y sus legítimos representantes en las instituciones tendrán este año una nueva oportunidad para conseguir, de una vez por todas, que el sistema educativo cuente con una base legislativa sólida y con ánimos de perdurar a los gobiernos de turno. Los intentos del exministro socialista Ángel Gabilondo de conseguir un pacto de Estado sobre educación fueron debidamente dinamitados por José Ignacio Wert, que sembró de minas el delicadísimo tramado de la enseñanza, especialmente en un Estado plurinacional.

Ahora, ya con el diplomático (en todos los sentidos) Íñigo Méndez de Vigo al frente, ha comenzado la ardua y a la vez frágil tarea de quitar las minas del camino. La LOMCE, la reválida y otros muchos regalos envenenados de Wert y, detrás de él, de Mariano Rajoy, parecen condenados a muerte.

El Gobierno y los principales partidos de la oposición se han dado unos seis meses para acordar las bases del tan deseado pacto de Estado.

La experiencia y la pertinaz memoria hacen que expertos, padres, educadores y no pocos alumnos reciban con desconfianza este anuncio. Todos ellos saben que los deseos de consenso en un asunto tan estratégico como el de la educación, la buena educación, puede acabar dependiendo de la tan prosaica aritmética parlamentaria.

Y que, para no perder la costumbre, el tan cacareado pacto acabe convertido, de nuevo, en un trágala que cambiará de nuevo cuando se produzca un relevo en la Moncloa.

RENOVACIÓN PEDAGÓGICA

Sin esperar que los políticos se pongan de acuerdo, os verdaderos protagonistas de la enseñanza, los profesores, maestros, padres y pedagogos seguirán haciendo bullir la olla del sistema.

Son los impulsores de los llamados movimientos de renovación pedagógica, que, lejos de lo que fijan los tan discutidos como mediáticos criterios del informe PISA, promueven nuevos conceptos y nuevas maneras de enseñar a los niños.

Creatividad, responsabilidad, iniciativa, trabajo en equipo... Valores de los que adolece no solo la educación y a los que han decidido apuntarse, con diferente intensidad, desde las escuelas más avanzadas hasta las instituciones educativas más tradicionales. Sin dejar del todo el ámbito educativo, el 2017 también será el año en el que, después del escándalo de los abusos sexuales que implican a menores de edad, los políticos deberán afrontar una de las anomalías legales que el caso ha revelado: el plazo para que prescriban estos delitos.

La sucesión de casos destapados ha evidenciado que muchas víctimas son conscientes del calvario que han sufrido y se deciden a denunciarlo cuando esos delitos ya no pueden ser castigados penalmente.

Ante la inacción de las administraciones públicas, el Congreso de los Diputados tendrá este año entrante la ocasión de reparar parte del daño causado al votar las diferentes propuestas que se han presentado para que los abusos sexuales a menores no prescriban.

La aprobación de medidas legislativas en este sentido permitieía atender a las víctimas de la pederastia no solo en instituciones que dependen de la Iglesia católica, sino también en cultos como los Testigos de Jehová, algunos de cuyos exadeptos también han denunciado agresiones sexuales cuando eran menores. Este 2017 solo nos traerá las sorpresas que por su naturaleza no saldrán en este texto. Por lo demás, todo lo que viene es previsible. Mucho tendrán que cambiar las cosas para que este año no vuelva a ser el más cálido, por mucho que Donald Trump afirme que el calentamiento es un invento chino.

MIRAR AL CIELO

Tras los anuncios de inminentes viajes tripulados a Marte, volveremos a mirar al cielo, estaremos pendientes del asteroide que en otoño amenazará la Tierra y algún astrónomo descubriá un planeta muy parecido al nuestro, quién sabe si con vida inteligente. La inteligencia artificial y los ordenadores cuánticos protagonizarán los avances de la ciencia.

Y, mientras, aquí abajo, decidiremos sobre la reforma horaria. Discutiremos a qué hora salir del trabajo, si debemos atender los mensajes del jefe fuera de horas o si el prime time televisivo debe adelantarse.

Poca broma. La vida va exactamente de lo que queremos hacer con nuestro tiempo.