Hace casi cinco años, Quiankun Huang decidió emprender una aventura en el extranjero. Abandonó Nantong, una ciudad-prefectura en la provincia de Jiangsu, y viajó a España para estudiar Económicas merced a uno de los acuerdos que la Universidad de Zaragoza mantiene con más de un centenar de campus chinos. «No podía dejar escapar la oportunidad. Quería estudiar, aprender un idioma y este intercambio favorecería eso y lo hacía posible», recuerda.

Hoy, este universitario cumple su quinto año en la capital aragonesa. A punto de terminar la carrera de Económicas y con 24 años, se siente a gusto en Zaragoza, donde no descarta permanecer más tiempo del necesario para cursar un máster que tiene entre ceja y ceja. «No soy de los que siente miedo pero admito que al principio fue difícil y duro. Sobre todo por el idioma. No sabía absolutamente nada de la ciudad, pero estaba en España y eso es lo que yo quería. Me informé un poco antes de venir, pero todo era nuevo al principio», dice. A la dificultad propia del idioma se añadió la del estudio de un grado técnico que hizo todo algo más difícil.

Pero Quiankum resistió. Como la media docena de compañeros que se embarcaron con él en la misma aventura desde China. También ellos permanecen en Zaragoza, donde ya se sienten casi como en casa. «El idioma cuesta alrededor de dos años hasta que te puedes defender. Cuando pasa ese tiempo, se puede decir que ya has superado lo más complicado», expone.

Diferencia «notable»

Su vida en Aragón es como la de un estudiante más. Comparte piso con una compañera desde que ambos aterrizaron en Zaragoza, ciudad que le gusta «más» que la suya natal. «Se estudia mejor, no es tan grande y la gente es muy agradable». Porque la diferencia entre España y China es notable. «La gente, los servicios, el tráfico...». Pero ya ha echado raíces y la nostalgia queda atrás. «Vuelvo a casa una vez al año, en vacaciones, pero ya no lo echo tanto de menos como al principio. Son casi cinco años y casi me siento un aragonés más», afirma.

Ahora, a falta de tres asignaturas para acabar la carrera, ya ha comenzado las prácticas y su estancia en la capital aragonesa atraviesa su momento culminante. «Cada vez más chinos quieren venir a aprender español. Se nota no solo en Zaragoza, sino en todo el país. Se podría decir que España está de moda en China».

La comunidad china es la que más ha crecido en los últimos años en la Universidad de Zaragoza. Solo un chino cursaba un máster en el campus público el curso 2008-09, mientras que este ejercicio lo hacen casi 50. En cuanto a grados, 131 chinos estudian una carrera mientras que hace nueve años tan solo había uno. No es la comunidad más numerosa -hay más de 360 rumanos, pero muchos de ellos residen ya aquí o son hijos de inmigrantes-, pero sí es la que más ha incrementado su presencia.

«Estamos hablando de un mercado inmenso por el que todas las universidades del mundo pelean ahora. Hay que tener en cuenta que cada hijo único tiene cuatro abuelos y dos padres que quieren darle la mejor educación del mundo, con un nivel de vida que está subiendo y cada vez más recursos», dice Francisco Beltrán, vicerrector de Internacionalización de la Universidad de Zaragoza.

Este añade que «las mejores universidades chinas tienen notas de corte altísimas, por lo que muchas familias no pueden mandar a su hijo a una de ellas y es entonces cuando miran al extranjero. Nosotros no estamos al nivel de Oxford, Cambridge o Columbia, pero intentamos ocupar el siguiente escalón». Viajó el pasado viernes a la ciudad china de Wuhan, donde tratará de implantar 4 grados con una enseñanza del español diseñada desde Zaragoza. Y que el alumnado opte a venir a Aragón para acabar la carrera y tener el título en este idioma.

La implantación, además, del instituto Confucio ha ayudado a poner a la ciudad en el mapa. Pero el aumento de la presencia de la comunidad china debe ser «moderado». «No queremos que el 25% de los alumnos sean chinos porque no estamos preparados para eso y bajaría la calidad de la enseñanza para nuestros alumnos».