Un niño puede cambiar varias veces de equipo a lo largo de su juventud. Puede fingir que anima a un club solo por encajar con sus compañeros de clase. Aquellos que vestirán con inocencia la camiseta que su tío les ha regalado por su cumpleaños. Todo esto influye pero no tiene nada que hacer en comparación al llanto. En cuanto se derrama la primera lágrima por tu equipo ya no hay vuelta atrás. Porque de la alegría perpetua es fácil escapar, pero de las lágrimas no se sale. La Romareda ha sido el epicentro del desconsuelo, de grandes rabietas, es decir, de una alta fidelización. Huesca y Real Zaragoza jugarán en un escenario idílico que hará florecer todos esos sentimientos mágicos que solo despiertan con este deporte.

Muchos jóvenes de corazón novato vivirán hoy su primer partido grande. El primer derbi de su tierra bañado por una situación que jamás había ocurrido; será el primer enfrentamiento aragonés para luchar por ascender a Primera División.

Es un partido especial, pero no dicho desde el tópico, lo es de verdad. Nadie hubiera podido imaginar hace unos años que iba a llegar un duelo bajo un contexto de este tipo, pero el fútbol es impredecible. Siempre ofrece sorprendentes giros de guión que habitúan a romper con cualquier tipo de lógica. Hasta la fecha, los duelos aragoneses han enfrentado objetivos opuestos. Con un Real Zaragoza habitualmente batallando por la zona alta y el Huesca escapando con solvencia del descenso. Pero esta vez los dos pueden volar por encima de las nubes: los zaragozanos quieren volver a tocar las estrellas y los oscenses quieren descubrir a qué huelen los sueños.

El conjunto blanquiazul no deja de suspirar por volver a su sitio. El león anhela aquellas tardes dominicales bajo el reluciente sol de la elite. Sus hinchas quieren coger el periódico por la mañana y mirar la clasificación para comprobar a cuánto está el Real Zaragoza del descenso, y mirar tímidamente a cuántos puntos está de distancia los puestos de la antigua UEFA. El triunfo no es solo cuestión de identidad, también es revancha. Ganas de resarcirse del 3-1 en El Alcoraz y hacer pagar por aquella decepción.

Alejado de cualquier tipo de imperiosa necesidad está el Huesca. Un equipo cuyo futuro está aún por escribir. Los azulgranas son dueños absolutos de su presente, fruto de una gestión uniforme que se ha ido robusteciendo con el paso de los años, de las penas y de las alegrías. El club altoaragonés ha crecido desde el barro, desde el más profundo anonimato. Consiguieron impulsar su nombre por todo el país mediante aquella promoción de ascenso ante el Getafe y, ahora, presentan su candidatura para continuar la saga de los nuevos modelos de éxito liderados por Eibar, Leganés o Girona. La cita reune las dos caras del fútbol; el club histórico contra el club emergente. Los chicos de la capital contra los rebeldes del norte.

La Romareda sabe que se trata de un día bonito para albergar fútbol. El vetusto templo zaragocista tendrá vida, latirá con la fuerza de más de 33.000 corazones, algo que no sucedía desde el partido ante Las Palmas de la promoción de ascenso. El derbi no será un partido más, puesto que puede tener una poderosa relevancia en una zona alta cada vez más colapsada.

EN CLAVE DE DERBI

Los derbis no tienen una forma homogénea. No todos parten de una tradición centenaria o son fruto de una rivalidad local. Muchos permanecen ocultos en el tiempo y florecen tras décadas de olvido. Estos partidos son distintos, donde prima por encima de todo la sed de victoria. Un derbi se compone por el furor de los futbolistas por vencer, y las ansias sentir el sabor de la supremacía que aporta la victoria ante los vecinos. Uno de esos partidos donde los tres puntos son más que un valor numérico.

Real Zaragoza y Huesca se han enfrentado siete veces en las últimas nueve temporadas. De hecho, en la temporada 2003-04, la escuadra azulgrana fue derrotada por la Universidad de Zaragoza -antiguo Zaragoza C-. El tercer equipo blanquillo ganó por 2-1 al Huesca en Tercera. Un dato que evidencia la progresión meteórica de los oscenses. De cómo las dos trayectorias de ambos equipos han protagonizado curvas insospechadas para acabar convergiendo en un mismo punto.

El fútbol aragonés vivirá hoy un episodio dorado entre dos equipos que tratarán de seguir dando pasos en su sueño. Zaragozanos y oscenses quieren elevarse a lo más alto y terminar por alcanzar el cielo de la Primera División.