A María Teresa Campo, de 73 años, le ha quedado una pensión de 752 euros tras trabajar toda su vida como peluquera en Barbastro, en su propio establecimiento. «Llego justita a fin de mes, sin ahorrar nada», dice. Con lo que cobra, señala, le llega para comer y para pagar los recibos del agua y la luz, más los gastos del piso. En esta tesitura, no puede hacer ningún tipo de plan ni tener grandes proyectos de futuro.

«No puedo ni pensar en hacer viajes, pues aun los del Inserso cuestan entre 300 y 400 euros, y se me apunto a uno no me queda para los gastos corrientes de cada día», manifiesta, pero sin pesimismo, pues mantiene ante la vida una actitud positiva. La misma que le ha empujado a ser una firme integrante de la plataforma de jubilados que lucha en Zaragoza por conseguir unas pensiones dignas.

«Hay que aplicar la Carta Social Europea punto por punto y conseguir que las pensiones sean dignas, se incluyan en los presupuestos generales de Aragón y se les aplique cada año el índice de precios al consumo», sostiene.

Considera que su pensión es muy baja tras haber trabajado toda su vida en su empresa personal. «Lo que cobro ahora es una cantidad que considero insuficiente y poco digna», opina. Desde su punto de vista, las pensiones deben garantizar que quienes las perciben gocen de cierta calidad de vida y no ser tan escasas que los receptores apenas subsistan.