Las cargas policiales ante los colegios electorales y el insólito modo de votación marcaron la jornada del 1-O en Cataluña, donde las fuerzas de seguridad del Estado asumieron la retirada de las urnas electorales para impedir el referéndum suspendido por el Tribunal Constitucional. La intervención de la Policía Nacional y la Guardia Civil se vio jalonada de momentos de gran tensión con los manifestantes independentistas ante las puertas de varios centros de votación, donde los agentes retiraron por la fuerza a algunas personas. No faltaron las imágenes de cristales rotos en colegios, salvas al aire, retirada a la fuerza de urnas, porrazos y pelotas de goma.

Tampoco faltó la esperada comparecencia a última hora del presidente catalán, Carles Puigdemont, anunciando (antes de conocerlos) que llevará esta semana al Parlamento catalán los resultados del referéndum, dejando claro que la hoja de ruta secesionista sigue su curso al amparo de la ley de transitoriedad aprobada en la Cámara catalana en las polémicas sesiones de los pasados 6 y 7 de septiembre.

Después de que los independentistas, con Puigdemont a la cabeza, se apuntaran la victoria moral de la jornada, gracias a las imágenes de violencia policial que dieron la vuelta por medio mundo, Cataluña y España entran a partir de hoy en una dimensión desconocida. Primero, con la convocatoria de una huelga general para mañana mismo y después, con ese compromiso de Puigdemont de redoblar el desafío con una inminente declaración unilateral de independencia en el Parlament.

HERIDOS / A última hora, la Generalitat cifraba en más de 800 las personas que habían sido heridas de distinta consideración -la mayor parte, contusionadas-, aunque en principio eran dos las que estaban graves. Una de ellas tuvo que ser intervenida en Barcelona en un ojo como consecuencia de un «golpe compatible con el impacto de una pelota de goma». En Lérida, un hombre de edad avanzada sufrió un paro cardiorrespiratorio cuando los agentes se disponían a desalojar la escuela en la que iba a votar. Trasladado al Vall d’Hebrón de la ciudad condal, anoche estaba estable. Además, según Efe, diez personas tuvieron que ser atendidas por irritaciones causadas por el gas pimienta con el que agentes de la Guardia Civil rociaron a los manifestantes que intentaban impedir el cierre de un local electoral en la localidad de Aguaviva (Gerona). También hubo golpes para responsables públicos, caso de la consejera catalana de Educación, Clara Ponsatí, y periodistas (el reportero de El Periódico de Catalunya Xabi Barrena resultó herido).

Según los Mossos d’Esquadra, dos personas resultaron también heridas de carácter leve por arma blanca mientras se encontraban en un colegio en Santa Margarida de Montbui (Barcelona). Los hechos ocurrieron hacia las cinco de la tarde, cuando el agresor entró en el colegio gritando e hirió a las dos personas, tras lo que fue detenido por amenazas y desorden público.

Precisamente uno de los focos de la jornada alcanzó de pleno a los Mossos d’Esquadra, a quienes el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) había ordenado impedir las votaciones. A raíz de las denuncias de diversos particulares, ocho juzgados de distintos puntos de la comunidad catalana abrieron diligencias para investigar la posible desobediencia de esa orden. Lo que está claro es que tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil asumieron la responsabilidad de atajar el referéndum suspendido por el Constitucional. También está actuación de las fuerzas de seguridad del Estado terminó en los juzgados, mediante una denuncia genérica presentada a última hora por la Generalitat.

CAMBIO DE REGLAS / El Gobierno central dio por desguazado definitivamente el pseudorreferéndum ya desde primera hora, minutos después de que el Govern de Carles Puigdemont admitiera implícitamente el fracaso de su desafío al cambiar las reglas de juego a falta de apenas una hora para abrir los colegios. Decretó que cualquier ciudadano podía votar en cualquier colegio al haber muchos clausurados, que se podía votar sin sobre al haberse confiscado la mayoría de ellos, y que se podía imprimir en casa la papeleta allá donde no hubiesen suficientes existencias.

LOGÍSTICA ANULADA / Una vulneración de la propia ley del referéndum con la que el Gobierno catalán certificaba algo de lo que el Ministerio del Interior se jactaba después: la consulta quedaba logísticamente anulada. Pese a ello, la orden judicial de abortar hasta el último resquicio del 1-O fue ejecutada por policías y guardias civiles a abrirse paso entre los retenes de voluntarios que custodiaban los colegios a porrazo limpio.

A última hora de la tarde se sucedieron las comparecencias de responsables y representantes públicos. Mariano Rajoy confirmó que dará explicaciones en el Congreso de los Diputados y que pretende reunir a «todas las fuerzas con representación parlamentaria» para abordar la situación. Esa oferta de diálogo no sonó demasiado bien en las filas del PNV, partido al que necesita el PP para sacar adelante los presupuestos del Estado del año que viene. La presidenta del PNV de Vizcaya y miembro de la Ejecutiva nacional, Itxaso Atutxa, consideró que esas palabras del presidente del Gobierno parecían un intento de «reafirmarse en su propia estrategia».

Pedro Sánchez criticó las cargas policiales, Pablo Iglesias y Ada Colau recuperaron la idea de promover una moción de censura contra Rajoy y Albert Rivera tachó al jefe del Gobierno central de «ingenuo» por haber confiado en los Mossos, y reclamó elecciones inmediatas para Cataluña.

HUELGA GENERAL / Además, minutos antes de que Puigdemont anunciara que todos los planes independentistas seguían adelante, la CUP instó a una huelga general para mañana martes y uno de los sectores de los cupaires, Poble Lliure, llamó al Parlamento catalán a proclamar directamente la independencia de Cataluña. Horas antes, la vicepresidenta del Ejecutivo central, Soraya Sáenz de Santamaría, decía que a Puigdemont le venía «grande la democracia».

Inopinadamente, otra voz que se abrió paso durante la jornada fue la de Gerard Piqué. El jugador del Barça y de la selección nacional, tras el partido del Camp Nou jugado a puerta cerrada, arremetió contra Mariano Rajoy ante una enorme nube de periodistas: «El presidente del Gobierno tiene el nivel que tiene y va por el mundo sin saber hablar inglés». Piqué, como la directiva azulgrana, era favorable al aplazamiento del partido, pero finalmente se jugó, aunque sin público.