La elección de Pedro Sánchez ha sido un soplo de aire fresco para el PSOE. Y eso no es poco. Sobre todo cuando hace solo un par de meses todo lo que se preveía que podía ocurrirle a ese partido era negativo o muy negativo. Pero hasta el momento no es nada más que eso, aire fresco. Y, además, nada garantiza que vaya durar. Los muchos problemas de los socialistas pueden ahogarlo en semanas. O, por el contrario, ese impulso inicial, que hoy por hoy es solo una imagen, puede devenir en una corriente que produzca cambios importantes. No hay datos que permitan apuntarse a pronóstico alguno al respecto.

Hoy será oficial un elemento decisivo que acompaña a la llegada del nuevo secretario general y que le da sentido y consistencia. Es decir, la renovación generacional clara y generalizada de la dirección socialista. Ese es un hecho notable en la actual política española. Pero la reducción en casi dos décadas de la edad media de los dirigentes del PSOE no constituye garantía alguna de que el partido de Pedro Sánchez vaya a hacer frente mejor que el de su predecesor a los retos que tiene por delante. Ni tampoco de que vaya a ser capaz de desprenderse de las servidumbres de todo tipo que han constreñido su acción política hasta casi llevarlo a la inanidad. Las dotes y la voluntad de cambio de los nuevos dirigentes son una incógnita. Prácticamente ninguna de sus biografías da pistas al respecto. Porque son jóvenes, sí, pero la mayoría de ellos lleva mucho tiempo trabajando cerca o dentro de los círculos directivos. Y ninguno se ha destacado en ese tiempo por mostrar posiciones públicas discrepantes con la línea oficial, la que ha alejado a tantos votantes del PSOE.

No solo propaganda

Recuperar a una parte de ese electorado perdido, convenciéndole de que el partido ha cambiado, de que vuelve a estar cerca de él, es la tarea prioritaria de la dirección que surge de este congreso. Y no es imposible. El espacio electoral para una opción moderada que se oponga a la derecha sigue siendo muy grande. Podemos e IU, juntos o por separado, no pueden hacerse con todo el voto potencial contrario al PP. La palpable radicalización de algunos sectores de la sociedad tiene un límite. Pero para lograr una recuperación electoral, el nuevo PSOE tiene que hacer las cosas muy bien. Todas las cosas y no solo la propaganda, un campo en el nuevo secretario general parece que se mueve con soltura.

Para empezar, tiene que sanear la situación interna. No solo porque una nueva guerra intestina arruinaría de golpe la imagen de cambio que los nuevos dirigentes quieren construir, sino porque el partido necesita gente nueva para obtener buenos resultados en las autonómicas y municipales. Y ahí estará la prueba de fuego de la capacidad de liderazgo de Pedro Sánchez. Porque hay muchos que no están dispuestos a perder más posiciones.

Antes se tendrá que medir con la crisis catalana. Porque formar bloque, sin más, con el Partido Popular es para él tan peligroso como jugar a distanciarse sin criterio. Tendrá que ser fino. Y no solo con las palabras.