No habrá debate en la sede de la calle Génova, como tampoco lo hubo en diciembre, cuando un pacto con Vox y Ciudadanos permitió al PP ocupar la presidencia de la Junta de Andalucía. Pablo Casado abrió ayer la puerta de par en par a gobernar con la formación de ultraderecha en todas las instituciones que sea posible.

Dos son especialmente significativas: el Ayuntamiento de Madrid, que capitaneaba Manuela Carmena, y el Gobierno de la región, en manos populares pero que a punto ha estado de pasar a las del socialista Ángel Gabilondo.

Si hace un mes, después de caer de manera estrepitosa en las generales (los populares pasaron de 137 a 66 escaños), Casado se refirió por primera vez al partido de Santiago Abascal como la «ultraderecha», ahora Vox vuelve a ser para él una formación que «está a la derecha del PP» y descarta que esa etiqueta que le colocó sea «peyorativa».

Así lo dijo en una rueda de prensa tras el comité ejecutivo nacional en el que ninguno de los dirigentes territoriales tomó la palabra. Dos días antes, Casado no se esperaba un comité tan tranquilo, porque los barones que habían alzado la voz estas últimas semanas para lamentar la radicalización del partido, principalmente Alberto Núñez Feijóo (Galicia), Alfonso Alonso (País Vasco) y Juanma Moreno (Andalucía), pensaban que tendrían que tomar la iniciativa si el PP seguía cuesta abajo.

Sin embargo, los conservadores, como el líder remarcó, han obtenido 700.000 votos más en las municipales que en las generales y las aguas se han calmado. Hasta tal punto, de hecho, que Casado (obviando el peso de Cs, a solo nueve escaños en el Congreso) se atrevió a sostener que ya «ha empezado la refundación del centroderecha».

De hecho, con su liderazgo a salvo, Casado ha vuelto al espíritu del último día de campaña, el viernes 26 de abril, cuando luchaba por la presidencia del Gobierno, y aseguró que estaba dispuesto a dar ministerios a Vox. Ahora, con la posibilidad de gobernar en alcaldías y autonomías gracias a las alianzas con Cs y Vox, fuentes de la dirección aseguran que el jefe de los populares solo pone una línea roja en la negociación: la Constitución.

CAMBIO DE TORNAS / Esas fuentes recuerdan que en Andalucía no cedieron ni con la expulsión de los inmigrantes que reclamaba el partido de Santiago Abascal ni con la derogación de las leyes de violencia de género o de protección al colectivo de LGTBI. El cambio de tornas vivido en el PP, con un Casado salvado in extremis por dos candidatos que fueron apuesta personal suya (Isabel Díaz Ayuso, en la Comunidad de Madrid, y José Luis Martínez Almeida, en la alcaldía), permitió ver ayer algunas escenas curiosas.

La más paradójica fue escuchar a Feijóo, Alonso y Moreno celebrar los resultados y subrayar que ha sido gracias al viraje al centro que ellos aconsejaron, y al líder del PP diciendo que ese giro es «inexistente» y que no ha dado «ningún bandazo».

Fuentes de su equipo quitan importancia al tono menos agresivo de esta última campaña o a que se hayan evitado asuntos controvertidos como el aborto o la inmigración. Subrayan que el discurso ha sido «múltiple» por la «diversidad de discursos que hay en el partido».

«El partido ha tocado con una misma partitura. He intentado ser como un director de orquesta que ha dado pie a los solistas, ha reforzado campañas, con un formato, momento y en la localidad que más convenía, pero niego la mayor. El PP sigue donde ha estado siempre», insistió Casado ante los periodistas.