Decenas de miles de personas --9.000 según la Delegación del Gobierno y 150.000 según los organizadores--, mantuvieron viva ayer en Madrid la llama del No a la guerra y proclamaron su esperanza de que el nuevo Gobierno acabe con la ocupación de Irak. Un poético parlamento del premio Nobel José Saramago y la canción L´Estaca cantada a pelo por Lluís Llach concluyeron la protesta que también guardó un minuto de silencio por "los 200 que hoy no han podido venir", las víctimas de los atentados terroristas.

La marcha, que partió de la Cibeles y acabó en la puerta del Sol, estuvo encabezada por una pancarta con el lema que miraba al futuro: "Fin de la ocupación, retirada de las tropas". Los grupos organizadores eran los mismos que impulsaron las grandes marchas que hace un año llegaron a reunir hasta un millón de personas: el Foro Social de Madrid, Cultura contra la Guerra y numerosas ONG, además de los principales sindicatos y partidos a excepción del PP. Los representantes de los grupos políticos no fueron, sin embargo, los mismos.

El PSOE, a un paso del formar Gobierno, bajó el perfil y sólo mandó a la cabecera de la manifestación a Leire Pajín, responsable de movimientos sociales de la ejecutiva socialista, y a Trinidad Jiménez, presidenta del grupo municipal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid.

Quién más aplausos cosechó fue Llamazares, un perdedor del 14-M, al que muchos consideran ganador moral. Fiel a su estrategia de unidad de la izquierda, no quiso valorar el perfil de los representantes del partido socialista. "Lo importante es que el PSOE sigue comprometido con el fin de la guerra y de la ocupación. No vamos ha hacer oposición antes de que empiecen a gobernar. Eso lo dejamos para otros", advirtió.

Junto a los dirigentes políticos estuvieron los actores y cineastas de siempre, empezando por Pilar Bardem. La única novedad fue la presencia en la cabecera del imán de la mezquita de la M-30, la mayor de Madrid, que estos días se ha caracterizado por una condena rotunda de los atentados y la apelación a la paz.

Los organizadores no se mostraron decepcionados por la relativa afluencia. Temían incluso menos participación, coincidiendo con el puente en Madrid.

Pero lo que más pesó fue la resaca del 11-M y el 14-M. Tan emocionalmente exhaustos ha dejado a los madrileños la traumática semana que ni los más reivindicativos se arrancaban ayer a gritar consignas. Las primeras risas no asomaron hasta mediada la marcha, cuando alguien empezó con las chirigotas contra el presidente saliente.