Cuando iniciamos la serie de artículos sobre las intervenciones artísticas que se realizaron con motivo de la Exposición Internacional Zaragoza 2008, insistimos en el que, sin duda, fue uno de los mayores logros: la recuperación de las riberas del Ebro que supuso lo que hasta entonces parecía imposible, que quienes vivimos en la ciudad dejáramos de hacerlo de espaldas al río.

Convertidas en lugar de paseo, contemplación y encuentro, las riberas del Ebro y el meandro de Ranillas, escenario de la Expo’08, fueron el territorio donde se situaron las intervenciones artísticas a cargo de la Sociedad Estatal Expoagua que contó con el apoyo de un jurado integrado por Vicente Todolí, Lorette Cohen, María García Yelo, María del Corral, Teresa Velázquez y representantes de las instituciones aragonesas, que invitaron a artistas y seleccionaron las obras presentadas mediante concurso abierto. Hubo alguien que tuvo la idea. Faltaban obras de arte, recuerda Francisco Pellicer, director general adjunto de contenidos de Expoagua.

Y tan pronto como fue consciente de tan notoria ausencia, se empeñó en crear una colección de arte público con cargo, en la mayoría de las obras, al 1% cultural de los Planes y Programas de Fomento de la Creatividad Artística del Ministerio de Cultura. Es fácil comprender el enfado de Pellicer, que compartimos, ante el desinterés manifiesto de los responsables del Ayuntamiento de Zaragoza por el estado actual de aquellas intervenciones, realizadas por artistas de reconocido prestigio nacional e internacional.

El arte público, más allá de homenajes políticos -monumentos- o intervenciones en fachadas -arte urbano-, parece ser entendido como una cuestión elitista y si, además, se vincula con lo que consideran tremendos fastos de la Expo, acaba convertido en una manifestación ajena al patrimonio que hay que proteger. Estamos convencidos de lo contrario pero, lamentablemente, el tiempo no juega a nuestro favor, ya que son varias las intervenciones artísticas que han desaparecido, corren riesgo de hacerlo o precisan de urgente mantenimiento. Se impone la cordura, pero en semejante situación qué podemos hacer las ciudadanas y ciudadanos de Zaragoza.

Por ejemplo pasear, porque el paseo es una acción decisiva para intervenir en la ciudad desde el análisis y la interrogación.

COMIENZA EL ITINERARIO

De modo que insistimos en pasear por las riberas del Ebro e introducirnos en el recinto de la Expo para conocer las más sobresalientes obras de arte público de Zaragoza y saber de su estado actual. Junto a cada obra incluimos el número correspondiente que aparece en el plano que ilustra este artículo. No hay pérdida. Empezamos con la Espiral mudéjar (1) de Diana Larrea, junto al río, al pie del pabellón-puente de Zaha Hadid. Los laberintos de la política y de la economía han derivado en el abandono de los usos programados para el pabellón-puente, cuya estructura vacía parece una de esas imágenes fantasmagóricas a las que se refirió Robert Smithson en La clase dirigente. La obra de Diana Larrea no recibió tantas miradas como la de Zaha Hadid, quizás por tratarse de una imagen que, de modo natural y sin ruido, se inserta en el espacio público con el propósito de invitar a quienes hasta allí se aproximan a pasear por el pavimento de ladrillo, imaginando nuevos horizontes que remiten a simbolismos de carácter cósmico, místico y mítico.

SILENCIO

Entre el pabellón-puente de Zaha Hadid y la Pasarela del Voluntariado de Manterola, se sitúan las Pantallas espectrales sobre el Ebro (11) con las que Fernando Sinaga, premio Aragón Goya, nos enseñó a ver el paisaje con una mirada más profunda. Han sufrido tanto que hoy son ruinas. Una realidad insultante que no interesa a los nuevos políticos ni tampoco a quienes se arrogan la defensa del patrimonio en esta comunidad. Todos callados. Ante la intervención de Sinaga, enfado y nostalgia de tantos paseos para ver el paisaje en sus pantallas es pectrales. Cada día diferente. Y a cada momento distinto. Un mundo inmerso, escribió Sinaga, en una fantástica transformación. Que todavía hoy es posible recuperar.

SORDERA

Siguiendo por la margen derecha del río, entre el Puente de Piedra y el de Santiago, a la altura del ayuntamiento, se localiza Wild Relative (20) de Tony Cragg, premio Turner 1988. La escultura sugiere el perfil del rostro de una figura de rasgos desfigurados que, debido a la fuerza del viento que la agita, es incapaz de avanzar. La elección y tratamiento del bronce consigue alterar los volúmenes e incorporar un inconfundible acento cinético a la obra. Es evidente que el lugar de emplazamiento de las obras de arte pú- blico es una cuestión fundamental. Richard Deacon, premio Turner 1987 y autor de la escultura Water under the Bridge (19), paseó mucho por las riberas hasta decidir que el lugar idóneo para situar su obra era la zona bajo el Puente de la Unión, donde el viento pueda atravesar sus formas abiertas. Nada ha de quedar oculto.

Avanzamos hacia el Azud hasta llegar a la Oreja parlante (9) de Eva Lootz, Premio Nacional de Artes Plásticas 1994, convertida en ruina. Tal es el destrozo que sus restos pasan inadvertidos. En la memoria del proyecto, Lootz invitaba a contemplar la obra «como una metáfora que indica que escuchar significa situarse en otro terreno. Significa - comentaba la artista- abandonar la parcela del individuo aislado y comprometido únicamente con su propio horizonte vital y sus intereses particulares -escuchar difumina las distancias y desdibuja los contornos, escuchar enseña generosidad- y abrirse al horizonte de una conciencia de la Humanidad como un todo». Palabras que cobran todo su significado ante la sordera de quienes son responsables del patrimonio municipal.

CUANDO EL AGUA FLUYE

Junto al Puente de la Unión, en la margen izquierda del Ebro, se localiza Manantial (10) de Federico Guzmán, una fuente con forma de gran botella reciclada de seis metros de alto de la que continuamente brota agua formando un estanque a su alrededor, rodeado de árboles, junto al río. Un poco más adelante, al lado del Balcón de San Lázaro, en el arranque del último Puente de Tablas, llegamos a la intervención In line of History (5) de Claus Bury, pasarela transitable de 28 metros, hecha con tablas de madera suspendida en dos aros de acero que elevan la altura sobre el río a 9,50 metros. Todo está concebido para hacer de esta escultura arquitectónica una caja escénica que invita a transitar por ella para asomarse al río y a la ciudad. Urge desmontar la enorme mesa clavada por Medio Ambiente con información ilegible ya.

ENTORNO URBANO

A Miquel Navarro le gustó la idea de que su fuente Válvula con alberca (18) se situara junto a la ciudad, por la relación que la escultura establece con el entorno urbano del que entra a formar parte. En su ubicación se tuvo en cuenta, asimismo, la proximidad de la fuente monumental con La Chimenea, junto al Puente de Santiago. El agua, tema de la Expo 08 y, por tanto, de todas las intervenciones artísticas es elemento fundamental para Miquel Navarro que se inspiró en los respiraderos que existían en las acequias para descongestionarlas de aire. Desde el Puente de la Almozara a la Pasarela del Voluntariado, Miguel Ángel Arrudi y Fernando Bayo realizaron la instalación Ranillas (17), 610 pequeñas ranas de bronce, por el nombre del meandro donde se celebró la Expo.

MUROS INVISIBLES

Ya en el recinto de la Expo, la fuente interactiva de Jeppe Hein, Appearing Rooms (15), espera a que el paseante se introduzca en su interior y sortee los muros líquidos de las habitaciones virtuales. Sin posibilidad de ser multado. Puro divertimento. Frente al Pabellón de España estuvo la obra Manierismo rococó (7) de Dan Graham, hoy arrumbada en el vestí- bulo del edificio Seminario donde pasa inadvertida o parece una estructura extraña desprovista de función. «Tienes que tener pú- blico» reclama el artista. Qué pensaría si supiera del destino de su magnífica obra... Urge nuevo emplazamiento.

En el patio del Museo de Zaragoza, por ejemplo. No muy lejos, Batlle&Roig e Isidro Ferrer realizaron el Banco ecogeográfico (12) para descansar y contemplar; cerca del Bosque sonoro (4) de Chistopher Janney, una instalación interactiva de color, luz y música. Delante del Palacio de Congresos, la obra más fotografiada de la Expo: El alma del Ebro (13) de Jaume Plensa cuyo cuerpo abierto y sin rostro mira hacia el Ebro. Nada queda de La carreta del agua (3) de Atelier Van Lieshout bajo el Puente de la Almozara. Mientras, en el ápice del meandro de Ranillas, dentro del Parque del Agua, Lara Almarcegui protegió de la expansión urbanística una hectárea y media de superficie de sotos. El paseo por Un descampado en la ribera del río Ebro (16) permite atender al paisaje y a su extraordinaria dinámica para reinventarse continuamente según los ritmos que marcan la naturaleza y nuestra mirada.

SOMBRAS

Tras la Expo se desmontó La Noria de la Paz (2), construida por artesanos de la ciudad siria de Hama que Camoisson y Courdet auspiciaron en el deseo de propiciar el encuentro de dos civilizaciones no tan distantes. Las sombras de imágenes monumentales que remiten a un pasado mítico se enredan con cifras y textos del proceso energético en la proyección Intercambio (8) de Eulalia Valldosera y Artec 3, sobre las fachadas lumínicas del edificio DHC, en la Avenilla Ranillas. Muy cerca, en la cubierta del Pabellón Municipal de Deportes Siglo XXI, en la Avenida José Atarés 101, Antoni Muntadas interroga al mundo: Aqua quo vadis? (6) texto visible desde el cielo o a través de Google Earth. La reflexión determinó también la intervención efímera de Javier Peñafiel en el Edificio Ríos, Agua incondicional (14) la tituló.

Los visitantes de la Expo’08 pudieron arrancar (y lo hicieron) los carteles, que algunos quizás conserven, con las frases Transportas sangre y agua en porcentajes similares y La propiedad del agua no es transportable.