La emisión electromagnética que surge de las antenas de telefonía forma un campo en forma de uve invertida, o campana, cuyo alcance es mayor cuanto más elevada se sitúe la antena. Esa emisión se dirige hacia la tierra. La afectación de quienes son sensibles incluiría, por tanto, no solo a las personas que viven en el edificio situado bajo la antena en cuestión, sino también a los habitantes de los edificios colindantes. Dicha afectación puede ser percibida de inmediato o actuar de forma imperceptible durante años, como sucedería en las alteraciones genéticas que algunos especialistas atribuyen a las antenas de telefonía.