Ni todos los bares son iguales, ni todas las zonas de la ciudad comparten los mismos problemas, aunque el ruido parece ser un elemento que vertebra muchas de las protestas. El conflicto entre el ocio nocturno y el descanso vecinal no es, de esta forma, una cuestión sencilla. Las molestias en áreas que tradicionalmente han acogido las noches de fiesta de varias generaciones, como el Casco Viejo, coinciden en el tiempo con otras quejas causadas por focos muy concretos, como pueden ser unos pocos bares o discotecas en las Delicias. Todo esto, unido a los cambios sociales, influyen en una situación que no resulta fácil atajar, aunque alguien deberá coger el toro por los cuernos.

«El problema es compatibilizar el ocio con el descanso nocturno», afirma el presidente de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza, Manuel Arnal, quien considera que, «primero, debería haber un respeto» a las ordenanzas municipales, «pero también una concienciación de hosteleros y usuarios de que hay que respetar el descanso». Arnal indica que en la federación no han recibido quejas concretas específicas de ninguna zona, aunque sí recuerda que, en su día, las recibieron de entornos como el del Rollo o el Casco Viejo. A pesar de la ausencia de quejas concretas, evalúa que «sí que está creciendo» este problema en algunas zonas y que, por ejemplo, el Juepincho en la Magdalena «está generando ruidos nocturnos no deseados».

nuevos colectivos / Efectivamente, en el entorno del Casco Viejo, la Magdalena y San Pablo y Predicadores se han comenzado a alzar protestas. Es el caso, por ejemplo, de la que llevó a cabo hace unos meses la entidad vecinal Lanuza-Casco Viejo por las molestias causadas en el entorno del Centro Musical Las Armas. Otro caso más reciente es el de Stop Ruido Casco Viejo Zaragoza, una agrupación que acaba de surgir y que se centra en los problemas que hay en el entorno de las calles Mayor, 4 de agosto y Manifestación y la plaza Santa Cruz. Desde la entidad afirman que se están encontrando los jueves, los viernes y los sábados «con una situación gravísima de desatención», en la que se encuentran a gente bebiendo hasta las 7 de la mañana gente «haciendo sus necesidades» en calles y portales, bebiendo o haciendo ruido con, por ejemplo, cubos de la basura. «Las administraciones públicas han dejado de la mano las calles, y algunas personas piensan que estas son suyas, cuando son de todos. El derecho al ocio de unos acaba cuando comienza el derecho al descanso de otros», sentencian desde esta entidad que ya se ha puesto en contacto con otras similares para alzar su voz de forma conjunta.

Diferente es el caso del barrio de las Delicias, donde son «pocos bares, en zonas muy concretas» que afectan a calles como Celanova, Caspe, Conde de la Viñaza, Borja o Rioja. Desde la asociación vecinal Manuel Viola apuntan que se dan conflictos entre los clientes, consumen fuera de los bares y que, al día siguiente, en la zona quedan orines y suciedad, como los restos de los cascos vacíos de vidrio. Todo ello, unido al «miedo» de algunos vecinos al encontrarse conflictos y que provocan una sensación de «inseguridad». Hay que hacer una intervención de verdad, con voluntad de arreglarlo, no pequeños parches o pequeñas actuaciones que no tienen seguimiento», destacan.

Otro punto de vista es el que ofrece el vocal de la Asociación Cafés y Bares de Zaragoza José Luis Sanz considera que habría que dirigir la mirada también hacia el cliente y exigirles «un mínimo de responsabilidad. Además, señala que existe una sensibilización hacia el vecino que antes no existía y considera que es necesario el diálogo para hallar soluciones.

El vicedecano de Estudiantes y Empleo de la facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo y doctor en Sociología Diego Gastón juzga que no es que haya cambiado mucho el tipo de ocio, sino que ahora «el nivel de exigencia cívica es mayor». Además, apunta circunstancias distintas a las de otros países de Europa, donde los jóvenes se pueden emancipar antes y se juntan en sus propios hogares, o donde el clima no acompaña como aquí .También matiza que es una cuestión de civismo y, aunque se haya avanzado, otros territorios siguen sacándonos ventaja en ese aspecto.