Las consecuencias del coronavirus siguen afectando a los aragoneses que, de la noche a la mañana, han visto trastocadas sus vidas y sus planes de futuro. Algunos han tenido que quedarse en sus viviendas cumpliendo una cuarentena y otros han sido obligados a permanecer en un país que no es el suyo durante dos semanas y sin poder hacer nada para volver tranquilos a Aragón.

El pasado martes, tres usuarios de la residencia de Monreal del Campo dieron positivo en coronavirus. Desde entonces, la alarma se trasladó a la comarca del Jiloca, donde se han confirmado nuevos casos. Una de sus vecinas fue alertada por el equipo de recursos humanos de la empresa en la que trabaja. «Cuando salieron los casos, me llamaron y me preguntaron si habíamos hecho alguna actividad en la residencia de Monreal», explica. «Les dije que no, pero les comuniqué que yo visité a mi abuela, que reside en el centro», añade la afectada.

Desde el pasado lunes, la empresa le instó a suspender todas las actividades profesionales que realiza en la comarca con personas mayores y en una segunda llamada le obligaron a no acudir a su lugar de trabajo y permanecer en su casa en cuarentena.

Esta vecina visitó a su abuela el día 3 de marzo, por lo que debe esperar al día 18 para retomar su vida habitual. Sin embargo, se encuentra a la espera de que el servicio sanitario aragonés le comunique qué debe hacer. Pero la demora se ha extendido desde el martes hasta hoy. «Vi que no hay ningún protocolo. La empresa me dijo que tenía que llamar al número habilitado por el Salud. Me costó mucho que me cogieran el teléfono y cuando lo hicieron me dio la impresión de que era una teleoperadora», describe. Según sus palabras, le preguntaron los datos básicos de vivienda y si tenía síntomas, como problemas respiratorios, fiebre o tos y cuál era su situación de riesgo. «Me cogieron el teléfono y me dijeron que esperara otra llamada durante el día. Me volvieron a llamar a la una de la madrugada, pero estaba dormida, entonces llamé al día siguiente y me dijeron que me volverían a llamar porque la persona responsable estaba ocupada. El miércoles se pasó todo el día sin llamar y el jueves al volver a contactar, vieron que estaba registrada, pero otra vez me hacen esperar y no me han devuelto la llamada», añade.

Desde su punto de vista, hay gente más expuesta que ella, a los que no les han dictado medidas. Un ejemplo es su marido, quien a pesar de estar en contacto, sigue yendo a trabajar. «No hay ni información ni concienciación de la gente. Mientras no haya responsabilidad, el virus se seguirá contagiando. Yo pienso que mi situación es excesiva, quizá no lo es, pero veo al resto de gente sin seguir ninguna medida porque nadie se la ha impuesto», apunta.

Por el momento, ella prolonga las directrices dadas por su empresa, que le comunicó que debía regirse por las indicaciones de Salud Pública. Y se ajusta a la medida de quedarse en casa, a falta de información, para extremar precauciones. «Ayer salí a dar una vuelta, pero yo sola y a las afueras del pueblo».

Su abuela es una de las usuarias de la residencia que no presenta síntomas. Aunque no están permitidas las visitas al centro, puede contactar por teléfono y saber que la situación se ha normalizado bastante con medidas de precaución, como el ascensor cerrado y el uso de guantes y mascarillas, pero intentan que el ambiente sea el habitual.

La vecina del Jiloca «confía en el Salud» y por el momento no tiene constancia de que alguien más esté en cuarentena en la zona.

Atrapados en Chile

Paquita, en el extremo de la derecha, junto a su familia en Chile

Por otro lado, Paquita Muniesa se fue el pasado 4 de marzo a Chile para celebrar la boda de su hermano. Su vuelta estaba prevista para mañana pero ayer, toda su familia, tanto ella como los nueve adultos y los tres niños que la acompañaban, recibieron un correo de la compañía con la que iban a viajar en el que le anulaban el viaje de vuelta a España debido al coronavirus. «La situación actual es de incertidumbre y de nervios», explica. Lo único que han recibido ha sido un correo de cancelación por parte de la compañía aérea y otro del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. En este escrito le han remitido información sobre la situación en España y en Chile, pero no han solucionado casi ninguna de sus dudas sobre la situación que tiene junto a toda su familia, donde se encuentran sus padres «que pueden ser los que mas riesgo corren al ser más mayores» y sus dos hijos de uno y siete años.

Durante este viernes, Paquita irá a la embajada para pedir «una licencia médica». «Es algo que no entiendo porque nos encontramos todos bien pero es lo que me han dicho que tengo que hacer» para comenzar los trámites.

La compañia con la que viaja le ha informado de que los vuelos aplazados se pueden poner para el 30 de abril o, si lo prefieren, les hacen un bono. «¿Cómo voy a estar aquí hasta finales de abril?», comenta alarmada Paquita. Además, la familia ha intentando mirar vuelos alternativos pero «están por las nubes y pueden llegar a costar miles de euros».

Por el momento, no les queda otra que esperar a que las soluciones empiecen a llegar. Toda la familia se encuentra a la espera de respuestas y sin entender nada de lo que está pasando. «Cuando vinimos nos tomaron la temperatura tanto al salir como al entrar al país, estábamos y estamos todos bien por lo que no entendemos por qué no nos dejan irnos a España y ahí poder permanecer en nuestra casa para prevenir un posible contagio», comenta.

Paquita añade que la información que tienen es muy escasa. «Mi cuñada es chilena y nos dijo que había salido un comunicado en el que se decía que los que habíamos venido desde Europa teníamos que estar en cuarentena» explica Paquita, que asegura que a pesar de eso, «nadie» les ha dicho nada más.

Por este motivo, la familia desconoce si tiene que estar en cuarentena y de momento siguen en el hotel haciendo vida normal y sin estar «aislados». «Estamos cautos pero sin instrucciones claras para seguir», mientras las noticias que llegan desde Aragón «parecen de película».