Consuelo Velilla, delegada de Adevif en Aragón, llegó al prestamista a través de un conocido, y el hombre les llevó a un notario amigo suyo, que les hizo un hueco para firmar los papeles. Pero afirma que no firmó lo que leyó. Sin saberlo, había otorgado un poder al prestamista para quedarse su casa; ella le pagaba un alquiler. Pese a pagar, la denunció por impago y la desahució, y ha tenido que mudarse a Alfajarín. "Me han dejado en tanga", ilustra.