Es muy posible que aunque cogiese el Vueling VY-3916 BCN--PMI de low cost, que aterrizó en el aeropuerto de Son San Joan a las 9.14 horas, la infanta Cristina tuviese tiempo de hojear la prensa. Si lo hizo (¿no, verdad?, bueno, pensemos que sí) y decidió saber cuál era el vaticinio de su horóscopo (Géminis, 13 de junio), puede que esas líneas hiciesen temblar el entrenamiento a cargo del equipo de Miquel Roca.

El horóscopo de ayer de Cristina en el diario Última hora era: "La inseguridad será la nota dominante. Presta atención a los detalles de tu trabajo. Si vas por libre, podrías tener un romance". El del Diario de Mallorca no era mucho más halagüeño: "Se sentirá ansiosa de experimentar nuevas sensaciones, pero debe frenar ese desordenado impulso si no quiere caer en excesos poco convenientes. Recuerde que un comportamiento digno no es incompatible con el deseo de novedad y de sentir algo distinto".

Vivir sin preguntar

Algo distinto sí ocurrió ayer en Palma. Pero Cristina no se enteró de nada. La infanta vive, dicen, en otro mundo. Capaz de irse a habitar un palacete de casi siete millones de euros sin preguntar de dónde sale el dinero. De modo que tampoco lee periódicos, ni ve la tele. Bueno, TVE sí, que ayer volvió a lucirse al ningunear a su audiencia la declaración de la hija del Rey.

Y como no lee, ni ve, ni habla (su declaración ante el juez Castro fue para decir no sé, no tengo constancia, no me acuerdo, no me consta) y, además, la policía la entró en el juzgado en contra dirección por la plaza de los Patines, no se chocó con la manifestación de 250 mallorquines, que la pusieron a caldo a ella, al Rey, a la Reina y a toda la Monarquía.

"A mí esto, lo siento, me recuerda a la caída de Alfonso XIII", contó Antoni Marimón, profesor de Historia de la Universidad de Mallorca. "Aquel rey también gozaba de un enorme desprestigio personal, escasa salud y sufría la crisis del 29, parecida a la de ahora. Estaba rodeado de un cierto deterioro, como le ocurre a las monarquías de vez en cuando. Pero aquel rey cometió un error: avaló la dictadura de Primo de Rivera. Juan Carlos I, sin embargo, defendió la democracia el 23-F del 81". Si Marimón se hubiese acercado a la vía de Alemania hubiese visto una gran pancarta: "El Rey no da golpe desde el 23-F".

Cristina, "vestida con lo primero que cogió de su armario", explicó la estilista Gemma Muñoz, "como signo de normalidad, al igual que su bolso no logo no marca falso, se trataba de un Madison de la firma Coach de NY, eso sí, de 395 euros, no como el Louis Vuitton de 1.200 euros que lució la esposa de Jaume Matas, ofreció la mejor de sus sonrisas, la que le enseñaron sus tutores". Fue una sonrisa que podía recordar a aquella popular frase de Isabel Pantoja a Cachuli Muñoz: "Dientes, dientes...".

Mientras Cristina daba 14 pasos, no más, hasta entrar en el juzgado donde estuvo ocho largas horas, la muchedumbre, menor que cuando declaró su esposo, Iñaki Urdangarin, cantaba: "Juan Carlos, Sofía, la olla está vacía", "La Monarquía es una porquería", "La Monarquía, a la guillotina" y "Cristina, bombón, haznos un talón". Las pancartas, que también clamaban guerra contra Coca-Cola, que se paren las prospecciones petrolíferas en Ibiza y medios para la educación, giraban todas contra los Reyes y la institución, reclamando, en un mar de banderas republicanas, la caída de la Monarquía. "7.775.000 yate y palacio no os basta noos llena de vergüenza", era la más destacada junto, como no, a una muy manual, doméstica: "Cristina, me debes pasta".

Recordando a Ortega

Ya hubo, ya, entre los manifestantes gente que habló de ese amor ciego de Cristina por Iñaki, pero no muy bien, no.

Assunpta Gual, bióloga y profesora de ESO, recordó la definición que Ortega y Gasset otorga a enamoramiento "que le va que ni pintada a la infanta: el enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza", citó la docente.

"Yo iría con mucho cuidadín", señaló la popular, vivaracha y encantadora Paloma García Pelayo, tertuliana en el programa que presenta Ana Rosa Quintana todas las mañanas en Tele-5, "con lo que haya dicho Cristina ahí dentro porque es muy probable que su matrimonio esté en juego. No seré yo quien diga que no le vaya a echar toda la culpa, toda, a su esposo. Y, si es así, veremos cuál es el futuro de la pareja".

La estilista Gemma Muñoz dijo que nadie se explica por qué los ricos, los que viven mejor, nunca tienen suficiente. "Yo, la verdad, esto de Cristina es como si pillasen a Carmen Thyssen robando en Mercadona". Yo creo que Matías Vallés, el enfant terrible del periodismo balear, la clavó cuando, hace cinco días, escribió sobre el presente caso: "Tras la irrupción de la sublimación amorosa en la esfera penal, falta dilucidar si Cristina participó en los manejos de Urdangarin porque le amaba, o si le amaba porque le dejaba participar en sus rentables empresas".