La agenda de los partidos recobró la normalidad, o casi, este domingo. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, fue el único que suspendió un mitin en Canarias como consecuencia de las alteraciones provocadas por la muerte del socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. Su figura fue mencionada, alabada o recordada en todos los actos de su organización. Los jefes de PP y Cs sí volvieron de lleno a la carrera electoral. Y a la pugna que se traen por intentar ocupar el trono de líder de la oposición, al que ambos creen tener derecho, tras haber salido de las elecciones generales casi en empate técnico en votos. Eso sí, las estrategias desplegadas por Albert Rivera y Pablo Casado para meter el codo al otro y ampliar el espacio son distintas: el primero ignora al segundo en lo posible, mientras que el jefe de los populares carga sin piedad contra el de los naranjas, exhibiendo un discurso bien distinto al que esgrimía hace apenas tres o cuatro semanas.

Durante su alocución en Águilas (Murcia), Casado se extrañó de que le acusen de dar bandazos en busca del centro. Aseguró que sigue siendo el mismo que ganó el congreso del PP a Soraya Sáenz de Santamaría para suceder a Mariano Rajoy. Que ya entonces avisó sobre los que pretendían imitar a los populares siendo otra cosa. Él defiende públicamente la campaña que hizo para las legislativas, pese a haberse estrellado contra 66 escaños. Y defiende a su secretario general, Teodoro García-Egea (un murciano que ayer estaba en su tierra junto a su presidente, en su salsa) y advierte que lo será durante mucho tiempo, porque su plan es quedarse a los mandos populares con su principal colaborador si logra salvar los muebles el 26-M.

Para lograrlo, Casado cree necesario dedicar más energías ahora a desenmascarar a Rivera que a atacar al PSOE de Sánchez, como quedó patente en su mitin murciano. No hubo flanco por el que no mordiera a Cs que, según el PP, engañó al electorado de centroderecha en los últimos comicios al dedicarse a lacerar a los populares en vez de al PSOE, supuestamente objetivo a batir desde la suma de PP, Cs y Vox. «No nos volverán a enredar con eso del 1+1+1», avisó, espetando que votar a Cs esta vez puede ser avalar a la izquierda, porque podrían pactar con algunos barones o alcaldes socialistas.

FRENO A SÁNCHEZ

Mientras tanto, Rivera y sus compañeros de filas se dedicaron a presentarse como único «dique de contención» ante el sanchismo. La primera lectura es que, evidentemente, hablan ya de sí mismos como si realmente fueran el segundo partido de España. No lo son. Todavía. Pero obvian el ranking oficial. La segunda, que están calcando los términos y frases usados por los populares en las últimas semanas para oponerse al PSOE, como el del «dique».

Yendo más allá: la propuesta estrella que ayer lanzó el líder naranja en Madrid de bajar impuestos autonómicos para contrarrestar la subida que pueda hacer el Gobierno socialista, también la enarbola el PP. Pero los conservadores tienen tantos problemas internos que el foco se ha situado sobre sus disputas, su viaje forzado al centro o las opiniones de barones como Núñez Feijóo, quedando sus propuestas diluidas en su segundo o tercer plano.

Ayer mismo, Borja Sémper, candidato del PP a la alcaldía de San Sebastián y presidente del PP de Guipúzcoa, dejó la puerta abierta a posibles pactos electorales con Bildu en el ayuntamiento donostiarra. Y en La Sexta, quitó hierro a las críticas de Casado a Sánchez de si gobiernan con independentistas y terroristas.

Aprovechando esta situación, Rivera apeló a las clases medias, «hartas de que cada vez que hay problemas acudan a sus bolsillos», para pedirles apoyo si quieren evitar el «sablazo fiscal», garantizando una bajada en el tramo autonómico de los impuestos. «A las familias, si les preocupa la subida de impuestos de Sánchez, que voten a Cs». Tras afirmar que para hacerlo posible está dispuesto a llegar un acuerdo con PP y Vox siguiendo el modelo andaluz, insistió en que solo él puede enfrentarse a Sánchez de tú a tú.

«Algunos se preguntan por qué Cs va a liderar la oposición. Porque nacimos para gobernar. Con humildad. Pero para no tener vértigo hay que mirar hacia arriba», proclamó, añadiendo que su formación «se va a convertir en el partido de la mayoría».