Javier Lambán es desde ayer presidente de Aragón gracias a los apoyos de una alianza tan extraña como novedosa: la de su partido, el PSOE, con dos partidos de izquierdas, CHA y Podemos, y uno de derechas que, como acuñó su histórico expresidente José Ángel Biel, es el auténtico «clavijo del abanico» de la política aragonesa. IU apoyó la investidura pero su único diputado se convertirá en la oposición «leal» de la izquierda. PP, Ciudadanos y Vox son los 31 diputados de la derecha que estarán en la oposición. De ellos dependerá el ritmo y la intensidad de una legislatura que por parte de los grupos de la coalición tiene vocación de durar los cuatro años. Mucho tendrá que mejorar y engrasarse, a la vista de sus intervenciones de ayer, la derecha, para que el Gobierno no les pase por encima como un rodillo. En cualquier caso, ayer se abría un ciclo político nuevo en Aragón que se inicia con muy buenas expectativas por parte de los firmantes del pacto y también algunos interrogantes sobre si es un acuerdo para durar o si habrá fricciones que lo debiliten.

Tanto el candidato como los portavoces de los grupos que le apoyaron incidieron en que este pacto tiene vocación duradera y nace de «la responsabilidad». La oposición resaltó que es un acuerdo de intereses, con un programa vacío y con dificultad para que tenga recorrido. El tiempo dictaminará quién tiene razón.

Más allá de las cábalas a futuro, ayer quedó patente que se abre un nuevo periodo en la política aragonesa. A su acostumbrada vocación pactista, en este caso más por necesidad que por coincidencias ideológicas, se le añadieron conceptos nuevos a los que, advirtió Lambán, conviene acostumbrarse. Estos conceptos son los de la «transversalidad», palabra tan pronunciada como la de «centralidad», que fueron los más repetidos ayer por los defensores de la coalición.

La transversalidad es una corriente política que defiende la superación de los ejes clásicos izquierda-derecha y que adapta el discurso político a las circunstancias. «No son tiempos de rigideces ideológicas, sino de grandes acuerdos», remarcó Lambán, quien consideró que sería «de miopes» no superar «los imperativos ideológicos».

El presidente tuvo réplicas para todos los grupos que le interpelaron. En un debate muy de trámite, sin grandes tensiones. Con euforia contenida por los grupos que apoyan el acuerdo, un elevado discurso político por parte de IU y con una oposición conservadora que acudió a sus mantras habituales sin excesiva fruición, lo que también provocó unas respetuosas réplicas por parte de Lambán, incluso a Vox, a quien agradeció su sinceridad y honestidad por decir lo que piensan. Entre sus ideas está considerar a CHA y PAR «regionalistas radicales», que la autonomía ha contribuido a la decadencia de la comunidad o creer que existe riesgo de que el «pancatalanismo depredador» colonice Aragón.

La transversalidad como concepto que ha venido para quedarse, o como aseguró la portavoz de Podemos, algo de «innovación política» que merece la pena para que partidos antagónicos, incluso enfrentados entre sí en los tribunales, puedan sumarse a un proyecto político común en aras de construir un proyecto para Aragón. «Puede que haya llegado el momento de que Aragón necesite más atrevimiento que prudencia», sentenció Arturo Aliaga, presidente del PAR, que concentró la mayor parte de las críticas del PP, que le acusó de falta de credibilidad y de sumarse al pacto «del sillón».

Todo por el interés general, por los grandes proyectos pendientes en una nueva era política. Todo tan ideal que incluso llegó a las Cortes de Aragón Pablo Echenique, para decir en las teles nacionales que en su tierra son posibles los pactos que no lo son en el Congreso. Pero ni Sánchez es Lambán ni Echenique e Iglesias son Escartín o Díaz.

Lambán agradeció a los grupos que le apoyaron su capacidad para el acuerdo, y recordó un precedente de éxito similar por lo extraordinario: el pacto que en 1999 favoreció el Gobierno del PSOE con el apoyo del PAR e IU. Cierto es que el éxito duró poco y pronto las diferencias ideológicas afloraron, en este caso por la educación concertada, y el diputado de Izquierda Unida salió de aquel Gobierno.

Pero han pasado 20 años, que no es nada si lo escribe Le Pera y lo canta Gardel, pero en política es una eternidad. Por eso, los cuatro grupos capaces de firmar 132 puntos de un acuerdo que hoy rubricarán, están convencidos de que tamaño esfuerzo de cesiones solo puede conducir al éxito, con políticas de desarrollo y progreso, aragonesistas, verdes, centradas, moderadas y en las que las diferencias ideológicas pasan a un segundo plano.

FUTURO GOBIERNO

Cuatro partidos se sentarán la próxima semana en un Consejo de Gobierno inédito. Hace tan solo tres meses nadie podría imaginar que Podemos y PAR podrían compartir proyecto político. «La vía aragonesa de gobernanza», definió un entregado José Luis Soro, que formará parte del núcleo duro de un Gobierno a cuatro bandas con cuatro líderes -Javier Lambán, Arturo Aliaga, Maru Díaz y él mismo- que tendrán ante sí un reto inminente: aprobar los primeros presupuestos, donde se marcará el auténtico proyecto del cuatripartito. Con su política de ingresos y de gastos. Esa será la primera prueba de fuego.

Está por ver qué papel juega la oposición. IU, una de izquierdas «leal» y vigilante para que se cumplan los 52 puntos de un acuerdo paralelo y que se incluirán en la estrategia de gobierno, según se comprometió Lambán. PP y Cs tratarán de buscar contradicciones entre los socios con la intención de que se evidencien las discrepancias. Así lo sospechó públicamente Lambán y nadie se lo desmintió. No solo eso, sino que Ciudadanos ya advirtió que sería lo primero que haría. Lambán avisó de que no habrá vetos contra nadie. Si acaso, con Vox, y porque ellos mismos con su discurso antiautonomista se vetarán. Maru Díaz apeló al PP a votar los 132 puntos de ese acuerdo transversal, centrado y moderado. Ovaciones en una tribuna de eufóricos podemistas y un conciliador Sada que llamó al orden vía teléfono móvil.

Ahora sí comienza la décima legislatura de las Cortes de Aragón. Cuatro partidos que quieren estar cuatro años juntos. Así lo quisieron las urnas, dicen. De su voluntad de mantener su alianza y el grado de cumplimiento de sus compromisos dependerá el éxito del camino que ahora inician.