Lanzar un cubito de hielo en una vasija de agua caliente es, con más o menos matices, lo que va a ocurrir en Cuba por el restablecimiento de relaciones con EEUU: la isla se va a cuartear para bien y para mal.

Más de medio siglo de un enconado odio, de desconfianza mutua y viejos resentimientos van a tardar en superarse, más para aquellos que dedicaron su vida al enfrentamiento con el vecino del norte y a los que nacieron con esa inquina, lo que sería algo así como el 90% de los habitantes del país: el enemigo ya no va a estar en la Casa Blanca. El encontronazo es fuerte.

Para llegar hasta aquí se dieron pasos antes. Lentos, pocos, insuficientes, muy espaciados pero pasos a fin de cuentas. Desde la asunción al poder de Raúl Castro, paulatina, el país entró en una nueva fase de cautelosa apertura al mercado y cierta libertad de expresión, incluso en los medios, controlados segundo a segundo, letra a letra e imagen a imagen por el aparato de propaganda del Partido Comunista.

Raúl Castro borró de la noche a la mañana la Batalla de Ideas y todo su monstruoso y costoso aparato que puso en marcha tres lustros atrás Fidel con los sucesos del niño balsero Elián González. El pequeño de los Castro abrió la frontera para que los cubanos, o casi todos, pudieran viajar fuera del país; permitió tener móviles, hospedarse en los hoteles, comprar casas y autos. Permitió que se abrieran negocios familiares y esbozó una nueva estrategia económica, lastrada aún de múltiples cortapisas políticas, para atraer capital.

En pocas palabras, el dinero empezó a tener una representación a la que se opuso siempre el hermano Fidel. El padre de la revolución quería "crear riquezas con la conciencia y no conciencia con la riqueza", que fue uno de sus galimatías de preferencia, aunque niega al marxismo, la ideología de base del comandante en jefe.

Ahora el país, que cuenta con talentos de sobra, sobre todo en las ramas de la biotecnología, la producción de fármacos y la medicina --visionaria estrategia-- está en ruinas y cuesta trabajo llegar a saber por qué se mantiene funcionando si está lleno de parches y remendado.

El tema de las comunicaciones es un aspecto a tener en cuenta. Nunca el país logró terminar una autopista nacional, las carreteras, incluso las principales, están en estado calamitoso, los puertos son anticuados, los aeropuertos viejos y tortuosos y las conexiones telefónicas o de internet son casi una broma. Hay un cable submarino que Estados Unidos mantiene cerrado y otro más reciente que viene desde Venezuela que es un misterio. Conectarse con el mundo es libertad y a eso se le teme.

Vendrán los anuncios comerciales y la comida basura, que va a fascinar. También llegarán los nuevos ricos y los cubanos descubrirán cuán pobres son.

Los cubanos suelen decir "no es fácil", una expresión eufemística porque en realidad la correcta sería "es difícil". Ayer , Obama, bien asesorado, dijo "No es fácil" en español, y eso le granjeó muchas simpatías, como nunca antes. Es una nueva era, termina la Guerra Fría en esta parte del Estrecho de la Florida, se cae otro pedazo del Muro del Berlín, en su versión caribeña, y "no será fácil", señor presidente, pero será.