Hubo dos debates ayer, al menos de los que se tenga noticia. Al mediodía, Santisteve (ZEC) y Azcón (PP) se reconocieron mutuamente como suprema encarnación de la temible izquierda populista (el segundo al primero) y como representante máximo de la derecha sin piedad (el primero al segundo). Cómo sería la cosa que el conservador (cuyo partido ha vuelto a perder los complejos, arrastrado por Cs y Vox) sacó a relucir aquello de la gomina (que no fue tal, sino acondicionador de pelo) adquirida para el cuarto de baño anejo al despacho de Alcaldía. Un detalle nimio, una chorrada a años luz de lo que solemos denominar corrupción, se hizo presente cuatro años después para poner de manifiesto la debilidad programática del Partido Popular. Consuélense, sin embargo, los dirigentes de tal formación: los demás tampoco están muy brillantes que digamos a la hora de proyectar el futuro de la capital aragonesa. Una década después de la Expo, ya solo sabemos hablar de la limpieza pública y las operaciones asfalto.

El otro debate, a siete, lo organizo este diario. Fue el autonómico, y la noticia inicial tuvo que ver con la ausencia de Lambán (PSOE) y Beamonte (PP), que mandaron sustitutos (los demás partidos presentaron a sus cabezas de cartel) tal vez porque pasan de todo, o porque se tuvieron a menos o creyeron que aquí ya está todo el pescado vendido o no querían dar la cara. En todo caso, la sesión estuvo entretenida y explosiva, con un Daniel Pérez (Cs) repartiendo estopa y los demás devolviéndosela sin cortarse un pelo: «Usted no ha gestionado», le cortó Aliaga (PAR). Por lo demás, poca originalidad. Es evidente que el Aragón de los próximos años 20 no acaba de estar claro en el imaginario político.

El PP está consumido por la fiebre. Arde y delira mientras clama que ha sido la única oposición «real» a las izquierdas tanto en la Cortes de Aragón como en el Pleno del Ayuntamiento de Zaragoza. El mismo Azcón andaba ayer empeñado en pactar otro cara a cara, pero esta vez con Pilar Alegría, para venderse como indiscutible portavoz de la derecha zaragozana fetén.

Beamonte está también en ello. Aunque se le acaba de abrir otro frente lleno de incógnitas. La Universidad Rey Juan Carlos, a través del correspondiente Servicio de Inspección, ha abierto una investigación oficial sobre su expediente académico. Ya no es una acción meramente informativa, sino algo más serio. Con la ilusión que le hacía la licenciatura en Derecho... y la murga que le está dando ahora.

Y en Zaragoza, ¿qué?

Pronto se cumplirán once años de la inauguración de la Expo de Zaragoza. Y tras aquel festival (donde se mezclaron las luces y las sombras, los aciertos y los dispendios) parece como si el único horizonte de la capital aragonesa fuese mejorar sus parques y jardines o recoger la basura que el vecindario y sus mascotas van depositando en la vía pública, actividades, por cierto, que dependen de contratistas privados cuya eficiencia no tiene por qué depender de que gobiernen la ciudad estos o aquellos.

Dos objetivos sí se van definiendo en el horizonte estratégico: resolver la movilidad y recuperar el casco urbano consolidado, ahora que el crecimiento hacia el extrarradio se ha detenido... o casi.

Cuestiones pendientes

El primero de ambos objetivos se enreda con la absurda polémica (atizada por las derechas contra la lógica imperante en otras muchas ciudades de Europa y el resto del mundo) relativa al tranvía, las vías reservadas al transporte público, la peatonalización, las bicis, los patinetes y cualquier cosa que rompa los clichés de los años 60 del siglo pasado. Pero será inevitable que los cambios se sucedan por la mera inercia global, que tiende a la movilidad compartida, las plataformas no contaminantes y las severas restricciones al coche privado.

El segundo es más complejo e importante, si cabe. Se habla mucho de rehabilitación, de supermanzanas, de parques públicos de viviendas y ayer mismo Alegría proponía construir 2.000 apartamentos de alquiler barato. Pero estas iniciativas (muy poco detalladas hasta ahora) no tienen sentido si no se integran en una recuperación de los barrios tradicionales. Son proyectos que deben estar dirigidos desde organismos públicos (aunque cuenten con la cooperación de empresas privadas) porque esa rehabilitación no puede depender de las comunidades de propietarios, sino que exige planeamiento, financiación, revisión de los volúmenes de edificabilidad y otras condiciones necesarias.

No se trata solo de urbanismo puro y duro. La imagen de Zaragoza vuelve a estar desdibujada tras las luminarias de hace una década. La cultura, la gastronomía, la creatividad, el emprendimiento son factores fundamentales en el actual mercado de las ciudades.

¿Y de todo eso... qué? H