Zaragoza ha desperdiciado cuatro años para afrontar con seriedad un debate que los técnicos del ayuntamiento llevan años reclamando. Todos los partidos se han refugiado bajo el paraguas de la polémica cuando las ideas quizá deberían haberse basado en una reflexión profunda que otras ciudades ya hicieron hace años. ¿Es mejor la apuesta por los grandes recintos o las actividades de menor tamaño pero en todos los distritos? ¿Es más barato o más caro descentralizar la programación?

Lo cierto es que la decisión anunciada ahora, de forma unilateral por el Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC), apoyada en la valoración subjetiva de los ciudadanos y sin debate político previo, zanja la solución a dos meses de las elecciones municipales, sin más discusión que la que imponen las prisas y dejando a la próxima corporación y al próximo Gobierno de la ciudad la opción de deshacer, si se atreve, el camino andado. El problema real es que para cuando se produzca esa toma de posesión será difícil preparar los pliegos de una licitación como la del Párking Norte, que el consistorio, de momento, ya ha borrado de un plumazo.

Tomar las decisiones a solas tiene una contrapartida lógica y es que si sale bien o mal siempre será responsabilidad del mismo, el que adopta la decisión. Y ahí es donde radica toda la esencia de una decisión que ZeC, no hay que engañarse, ya tenía tomada desde el 2015. Lo dijo el propio Rivarés en una entrevista a EL PERIÓDICO, y tres Pilares ha podido organizar pero nunca estuvo en su mano como ahora. De la mano de dos empresas que decidieron deleitar a la ciudad con un espectáculo bochornoso. Recurriendo un concurso público convocado in extremis -tuvo todo el año para licitar pero esperó demasiado el Gobierno- para luego renunciar a la adjudicación cuando ya estaba resuelta y con tiempo suficiente para montar las carpas de los conciertos. Visto con perspectiva, y si no fuera de lo más absurdo, se podría hasta pensar que unos y otros iban de la mano en ello para que el candado del Párking Norte siga echado.

¿Y qué sacaba de bueno el ayuntamiento con esto? Para empezar ahorrarse los 100.000 euros anuales que cada año le paga a la DGA por utilizarlo para las fiestas. Aunque para ello hubiera que sufrir la pérdida de un canon, el de la empresa adjudicataria (que llegaba a triplicar esa cifra) que acabaría descuadrando las cuentas de las fiestas patronales.

El segundo gran beneficio era el de minimizar el impacto en la movilidad. Los técnicos siempre han destacado que movilizar a miles de personas a un macrorecinto obligaba a reforzar un dispositivo que sigue comiendo recursos a las arcas municipales. También en limpieza y recogida de basuras, y en Policía Local... Quizá así habría sido más fácil y quizá también dar más difusión a lo que opina el sector cultural, los pequeños y medianos escenarios, y no solo la hostelería.

Porque hoy solo se ha debatido una cosa respecto a este asunto en el pleno, que es decidir si a los peñistas hay que procurarles un pabellón propio en la ciudad y salió aprobado. Ahora se complica cuando se vuelve a insistir en las áreas de convivencia peñista en la calle. Así, de nuevo sin más cifras que la apuesta política, la suya.