Por no tener, la política actual no tiene siquiera ni un José Antonio Labordeta que suelte desde el estrado aquel «a la mierda» que dio voz a los indignados. Memorable actuación del aragonés cuando era diputado de Chunta que todavía se recuerda en los pasillos del Congreso. Tampoco hay ningún Estanislao Figueras, aquel barcelonés que presidió la primera República española y que el 9 de junio de 1873, en medio de un caótico consejo de ministros que no atinaba a aprobar ni una medida para sacar al país de una grave crisis tras varios intentos de golpe de Estado, se despachó: «Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros».

Figueras llegó a tal nivel de enfado que salió de la sala dando un portazo y al día siguiente ya se había instalado en París. Ayer, quienes abandonaron el hemiciclo del Parlament fueron los diputados de Ciutadans, el PSC y el PPC para no votar la resolución de JxSÍ y la CUP que daba alas a la república catalana. Mientras, en el Senado, eran ERC, el PDECat, Podemos y otros quienes se quejaban del rodillo 155 del Partido Popular. Da igual. Los políticos han fracasado.

Han quedado retratados. Y no todos salen contentos en la foto. Ni tan solo los soberanistas. A las 15.27 horas, un minuto después de que Carme Forcadell diera los resultados de la votación secreta de independencia (¿algún otro país se había independizado antes en secreto?), asesores y dirigentes de la CUP esperaban en el pasillo de pasos perdidos a que los diputados de su partido salieran del hemiciclo. Aplausos, abrazos y ovación a sus parlamentarios. Mucha emoción. Poco que ver con la que exhibían no ya los miembros de la oposición, sino algunos de JxSí. Las sonrisas eran de oreja a oreja entre muchos cargos de ERC, no todos, mientras que en el PDECat las caras de algunos eran un poema. La de su líder, Marta Pascal, reflejaba más cansancio que otra cosa, y la del expresident Artur Mas tampoco era de las más eufóricas, igual que la de Marcela Topor, esposa del president Carles Puigdemont, al que acompañó casi hasta la entrada del hemiciclo. Tal vez pensaban en la que se avecina.

Como aquí con la secesión, no hay consenso entre los expertos a la hora de fijar cuándo empezó la historia. Unos dicen que fue hace unos 70.000 años, con la revolución cognitiva, la aparición de nuevas formas lingüísticas que mejoraron la comunicación y con la extensión de los sapiens fuera de África. Otros, en cambio, sostienen que fue hace 5.000 años, con la aparición de la escritura en la baja Mesopotamia. El caso es que entonces se supo evolucionar y con el caso catalán se ha actuado a lo cavernícola, a golpe de testosterona.

300 alcaldes vara en mano

El día DUI. El Día 155. Un día prehistórico. Un día en que volvió a verse cómo ya hay diputados de un bloque y otro que ni se dirigen la mirada y en el que lo más épico en cuanto a escenificación fue la presencia de más de 300 alcaldes indepes que animaban a los suyos moviendo las varas de mando de arriba abajo y a gritos de «independencia» hasta que les llamaron la atención tras las quejas de C’s y el PPC. Declarada la república, volvieron a aplaudir y levantar la voz aunque cambiaron el grito por el de «¡Libertad!». La tensión ganaba por mucho a la ilusión. En el patio que hay junto al restaurante del Parlament había mucha más gente fumando de lo que es habitual, y eso que ahora es casi más raro fumar que llevar un tatuaje. Temerosos de las manifestaciones soberanistas, los diputados del PPC pidieron protección a los Mossos para salir del recinto. Vienen días histéricos.