El consejero José Luis Saz no esconde que ha pasado su peor semana desde que tomara el mando de la Hacienda aragonesa. El popular ha incumplido las restricciones económicas dictadas por el ministro Montoro y ha dilapidado logros anteriores, como eludir el Fondo de Liquidez Autonómica o solventar los pagos a proveedores sin apenas apoyos. Con su fiasco en el control de las cuentas públicas, ha dejado a los pies de los caballos a una presidenta que convirtió la consolidación fiscal y el rigor presupuestario en dogmas de fe. Desde estas coordenadas, no es de extrañar que Saz haya meditado a fondo abandonar el cargo e irse a otro destino. Incluso ha tenido sugerencias para emprender el rumbo a un puesto en Madrid. Si se mantiene en el cargo y Luisa Fernanda Rudi no lo cesa es porque muy probablemente ya había avisado de lo que iba a ocurrir con el déficit. Solo así se entiende que la presidenta lo haya defendido hasta el final, dispuesta incluso a litigar con sus correligionarios madrileños en un pleito imposible.