«Hace falta mucha pedagogía política». La que fuera diputada del Partido Comunista, Cristina Almeida, se mostró ayer convencida de que la solución a la crisis catalana está en el diálogo y las urnas. Convocada por el II Congreso José Antonio Labordeta para analizar el legado democrático y político que dejó la transición española, la veterana dirigente reclamó «actualizar a los tiempos actuales» el texto constitucional. Algo en lo que coincidieron, con matices, el resto de ponentes. Así, tanto Iñaki Anasagasti (PNV), Ana Balletbó (PSC) como José Luis de Arce (UCD) manifestaron su agradecimiento por la norma que aseguró durante años la convivencia sin negar el desgaste al que está sometida.

El histórico dirigente del PNV fue el más crítico con la situación actual. Criticó la falta de definición del texto fundamental. «La Constitución está llena de líneas neutras que se deberían ir desarrollando en función de la correlación de fuerzas en cada momento», indicó. Puso como ejemplo la ambigua distinción entre regiones y nacionalidades, que tantos quebraderos de cabeza ha provocado entre catedráticos y parlamentarios.

SUMA DE ENTUSIASMOS

Para el impulsor de la UCD en Zaragoza, de Arce, la clave reside que a pesar de todo lo sucedido en los últimos años con la deriva soberanista catalana, la transición fue «una suma de entusiasmos». Destacó sobre todo el clima de debate e intercambio que se generó en la época, a su juicio fruto de una «eclosión espontánea». Y señaló que fue el pueblo, «empeñado en que todo cambiase», el que de facto pilotó el camino de la dictadura a la democracia.

El que también fuera consejero del Gobierno de Aragón en la etapa preautonómica recordó que en aquellos años se multiplicaron las reuniones políticas en todo tipo de ámbitos. «Fue necesario aceptarnos entre partidos a pesar de provenir de herencias muy diferentes», señaló.

La única representante catalana de la mesa -Josep Antoni Duran i Lleida (CIU) estaba invitado pero hace unos días excusó su presencia- ironizó sobre la verdadera capacidad del independentismo a la hora de pilotar una ruptura constitucional. «Me gustaría conocer si de verdad tienen un proyecto serio para la separación», manifestó Balletbó. Además señaló la falta de apoyos efectivos para el órdago que han puesto en marcha. «Nada puede resolverse en una pugna de 53 diputados contra 47», dijo en referencia a la composición del Parlament.

Sobre la intervención de todos los ponentes sobrevolaron durante toda la mañana dudas sobre una posible declaración de independencia desde el Parlament. «Puede que sus denuncias políticas sean legítimas, pero ninguna de las alternativas que proponen en la actualidad son posibles», incidió Balletbó.

La socialista consideró que, más allá de una reforma constitucional, la clase dirigente actual debería «hacer un esfuerzo» y tratar de recuperar el Estatut que se tumbó tras varios reveses de los tribunales. En su opinión otras comunidades autónomas han logrado aprobar textos similares y no por ello sufrieron el rechazo de la propuesta catalana.

Las llamadas al diálogo fueron constantes en la mesa redonda. «Las relaciones personales son fundamentales a la hora de hacer política», indicó Anasagasti. El nacionalista vasco señaló que en los años de la transición decidieron «ir a Madrid» al considerar que ese era el foro adecuado para conseguir el desarrollo autonómico, concierto económico incluido. En este sentido puso sobre la mesa «el sentido del humor y la distancia» con la que José Antonio Labordeta ejerció su labor política. «Su figura debería ser la imagen de un político en el Congreso», apuntó.

VOLUNTAD DE ENTENDIMIENTO

Por su parte, de Arce manifestó que esa capacidad de abordar los problemas fue una de las claves del periodo histórico. «Fue posible llegar a acuerdos porque había voluntad de hacerlo, lo que posibilitó el entendimiento», indicó. En su opinión en la época «había un pueblo que quería que todo cambiase y por eso fue un éxito».

En el apartado de críticas fue Almeida la que señaló algunas de las carencias de la Constitución. «Tuvo muchos padres pero ninguna madre, y eso se nota», remarcó. Entrando en lo concreto recordó que todavía no se ha modificado el artículo en el que se le impide heredar a Leonor de Borbón en el caso de que tenga un hermano varón.

Respecto al miedo que existe entre la clase política a la hora de abordar su posible reforma apuntó que el texto «no es un ladrillo que nos ha caído en la cabeza» al considerarlo «un arma para la convivencia». Y destacó que «no se romperá» por abordar una reforma ya que el diálogo se usa para «adecuar» las cosas.

En la lista de necesidades apostó por fijar «los derechos sociales», entre otras. «Hay que reformar la Constitución para garantizar la igualdad, la libertad y la democracia, y esa reforma va más allá de Cataluña», destacó.

Anasagasti insistió en defender el encaje de los nacionalismos históricos en el caso de abrir un proceso de este tipo.

En el caso concreto de la situación catalana la exdirigente socialista Balletbó señaló la capacidad de su formación como herramienta de mediación entre el nacionalismo y los constitucionalistas. «Somos los únicos que podemos hablar con las dos partes», apuntó. Y fue contundente en su alegato final: «Pido a los políticos catalanes que para ganar cuatro miserables votos no nos jodan el país».