El líder del PSOE aragonés superaba ayer su mayor crisis de liderazgo sosteniendo la vertiginosa pérdida de apoyos que le provocó aquel Comité Federal de octubre del 2016. Se llevó por delante a su secretario general, Pedro Sánchez, de la mano del resto de los barones socialistas que, en solo un año, han podido comprobar cómo a los líderes de ahora los unge la militancia y no los dioses del socialismo.

Frases como la que dedicó a la rival de Sánchez y su apuesta personal, Susana Díaz -dijo que estaba «ungida por los dioses del socialismo»- le hicieron daño a su credibilidad en Aragón. Pero una cosa es posicionarse y otra no entender al afiliado. Y en eso el presidente aragonés ha dado también lecciones de cómo un díscolo también puede ser penitente. No se iba a dejar arrastrar por la caída de la presidenta andaluza y se subió al barco de los sanchistas. Con celeridad lanzó un mensaje al militante territorial: lo que pasa en Ferraz, se queda en Ferraz.

Recomponerse de la derrota ha sido su misión más importante en los últimos meses. Soportando el azote de Podemos, eso sí, en sede parlamentaria para desgastarle a base de palos que nada tenían que ver con su gestión. Acompasar las medidas de calado al frente de la DGA mientras se enfriaba la victoria sanchista en Aragón le ha permitido llegar a la cita con las urnas con una estrategia clara: supeditar el resultado a la continuidad de su Ejecutivo.

Porque el ejeano no cree en la bicefalia y a eso se ha aferrado en esta campaña de primarias. Vislumbró a lo lejos la guerra interna que podía despertar de aquí al final de su mandato. Los tambores en Huesca pronto empezaron a redoblar. Y en esa tesitura, el militante tendría claro que no es tiempo de renunciar a los pocos bastones de mando que le dejaron las elecciones del 2015. Remar en la misma dirección sin destrozar el barco. Esa ha dado la sensación de que era su principal (o única) apuesta en estas primarias.

Porque esta votación con tintes de plebiscito suponían para él que quizá la militancia le dijera lo que él se atrevió a decirle a Sánchez hace un año. «Usted no me representa». Frase poderosa que afortunadamente no se ha tenido que escuchar ahora. Firmada la tregua con Ferraz, el mejor resultado no era solo ganar, sino extender esta a toda su comunidad.

Así llegaban las primarias, tras cinco años de combustión interna en el PSOE y con él más acostumbrado a vivir la paz de la era Iglesias desde la alcaldía ejeana o como presidente de la Diputación Provincial de zaragoza (DPZ).