Si a Toño le hubieran dicho hace 20 años que Papes aparecería en los telediarios pugnando por la Moncloa, se lo habría creído, sí. Porque el tal Papes , que se ganó semejante apodo --de la marca de zapatos Poopies-- por sus andares, sólo vivía para la política desde que era un chaval. Ahora Papes vuelve a León como ZP por obra y gracia del márketing, y su amigo José Antonio Alonso encabeza la lista del PSOE por esa ciudad. Los dos están subidos en un escenario de diseño abriendo la campaña en la patria chica de Zapatero.

Unos minutos antes, para caldear el ambiente en el pabellón de deportes --afuera no para de nevar--, un grupo contratado por los socialistas toca canciones de la movida para el habitual público mitinero que, como es sabido, tiene una media de edad que acaricia los 60. Los asistentes, disciplinados, enarbolan las banderas formando un mar rojo y una cámara colocada en el extremo de una grúa chupa con avidez la imagen para escupirla sin piedad en todos los informativos.

El ciclismo y el PSOE

Esto ya no tiene nada que ver con lo que atrajo a Papes y a Toño cuando eran jóvenes e iban por las calles empedradas del Barrio Húmedo a tomar vinos y a hablar de política. Alguna vez les había parado la Guardia Civil: "¡Se disuelvan!", a pesar de que sólo eran dos. Pero la política aún tiene emoción. En León, Zapatero y Rajoy mantienen un peculiar duelo. Ninguno de los dos ha nacido en esta ciudad hidalga y recia, pero se la disputan porque aquí el socialista pasó la mayor parte de su vida y el popular, la adolescencia. Aquí Rajoy descubrió las motos y el ciclismo. Zapatero, a Jorge Luis Borges y al PSOE.

Lo cierto es que en León andan muy cabreados con el PP y Rajoy estuvo en esta ciudad el jueves sin lograr que amainara la irritación. Aznar les prometió hace cuatro años la escuela de pilotos del Eurofighter, ese superavión militar europeo que de vez en cuando se estrella para pasmo del personal. Y el presidente no ha cumplido. Rajoy, en su visita, aseguró que los años que pasó en León le dejaron honda huella, pero de los aviones, ni pío. Y a los leoneses aún les escuece que Cascos, brabucón como es él, dijera días atrás que para qué querían un aeropuerto "galáctico".

Así que Zapatero --que por culé lo de "galáctico" le produce una desazón muy molesta-- aprovechó ayer para endosarle un mamporro electoral a Rajoy y prometió a los leoneses el oro y el moro: el AVE (cómo no), un plan para los mineros del carbón (gritos a la americana entre el público), un aeropuerto "de primera", Ponferrada-capital de la energía... qué se yo. Aderezado con adulaciones del tipo "llevo a León en el corazón" o "el leonés es valiente y con coraje".

Así, los leoneses, abrigados hasta la nariz, salieron reconfortados del palacio de los deportes. Al fin y al cabo, sea uno u otro el que llegue a la Moncloa, algo caerá por haber acogido a un presidente durante ésos que se dicen los mejores años de sus vidas. Y los más descreídos siempre pueden recordar a su paisano fray Luis de León: "De las palabras que todos hablan, elegir las que convienen".