Nueve días después de contraer el virus del ébola en Liberia, el doctor Kent Brantly, un misionero estadounidense, llamó a su mujer para despedirse. Su salud se deterioraba a marchas forzadas y las estadísticas jugaban en su contra: sin una vacuna en el mercado ni un tratamiento contra el virus, el 90% de los infectados acaba muriendo, según la Organización Mundial de la Salud. Pero ese mismo día llegó a la clínica liberiana donde también se había infectado su compatriota Nancy Writebol una vacuna en fase experimental desarrollada por un laboratorio de San Diego con la ayuda del Gobierno y el Ejército estadounidense. Ambos pacientes recibieron el suero y, en menos de una hora, sus condiciones mejoraron sensiblemente, según fuentes médicas citadas por la CNN.

Es pronto para saber si el fármaco enviado desde EEUU funciona, pero el estado de salud de Brantly y Writebol, repatriados en dos tandas desde el sábado hasta el hospital universitario de Emory, en Atlanta, cuanto menos se ha estabilizado. ñEs esperanzador saber que parece que está mejorandoO, decía el domingo Thomas Frieden, el director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, un organismo público estadounidense, en referencia a Brantly. Bautizado como Zmapp, el fármaco que abierto una ventana de esperanza frente al que es uno de los virus más letales que se conocen, está siendo desarrollado por Mapp Biopharmaceutical y hasta ahora solo se había ensayado en primates.

La medicina es un cóctel de anticuerpos monoclonales, proteínas extraídas de ratones expuestos a fragmentos del virus del ébola en el laboratorio y utilizadas por el sistema inmunológico para destruir las células dañinas. El fabricante de Zmapp lo está produciendo también a partir de proteínas extraídas de la planta del tabaco. Las autoridades de EEUU decidieron acelerar el desarrollo de una vacuna contra el ébola.